El 30 de noviembre pasado y de la pluma de Mario Vargas Llosa, en “El País” de Madrid, se publicó un interesante y la vez curioso artículo, titulado: “El archivista y los empleos imaginarios” en él, el escritor narra las experiencias de su último viaje a África.
Para controlar las rebeliones de los nativos, instauró un régimen de terror, en el que se asesinaba y mutilaba a mansalva. La cifra es aterradora, la mayoría de los cronistas reportaron entre cinco y diez millones de muertos. Es en 1900, en que se inició un escándalo internacional que obligó al tirano a renunciar a su dominio personal y entregarlo a la administración de su país y que pasó a llamarse Congo Belga.
Amigos lectores, lo insólito todavía no lo hemos escrito, pero para allá vamos…. Nos anticipamos en aclarar que relataremos la historia, que hemos leído en “El País “ y lo haremos en primera persona, es decir, como protagonistas…, con nuestras propias palabras. Para ello es necesario que nos ubiquemos frente a un espacio físico, que corresponde a la ciudad de Boma, la antigua capital colonial, con sus edificios de la época:
Alli está la mansión del Gobernador General, la iglesia, las casas, los edificios gubernamentales, todos de estructura de madera, de dos pisos y paredes de oxidadas planchas de hierro. Todo está ruinoso pero en pié; también vemos la plaza arbolada, el cementerio casi oculto por la maleza, aunque se observan algunas lápidas de sus antiguos difuntos.
Entramos a un edificio acompañados por un funcionario público. Él es el archivista, llamado Monsieur Placide, quien obra de guía y nos conduce al primer piso, a una oficina en la que solo se encuentran dos escritorios, con dos señoras sentadas ante ellos. Nuestro acompañante, con cierto orgullo nos dice: -Esta es la Biblioteca Pública de Boma.Nos presenta a la bibliotecaria y su ayudante. Extrañamente no hay un solo libro a la vista; nos explican que el material de lectura está guardado en espera de presupuesto para construir los estantes y las mesas de lectura, que se ocuparán en su momento de ávidos y entusiastas lectores. Mientras tanto ellas ocupan sus puestos de trabajo y cumplen con su horario reglamentario y cobran su sueldo regularmente.
¿Qué pueden ellos hacer? Quizás logren así, además de percibir un misérrimo sueldo, mantener las esperanzas y así evitar la desesperación. Sin duda la ficción es un refugio que en algún momento termina, como hace la noche, que se vierte irremediablemente en un real y crudo amanecer… Material gráfico: www.janegoodalles.com www.africaencolores.blogspot.com www.gutemberg.org www.go-coming.com www.piratasyemperadores.net
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela, el 14.06.09












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