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Bienvenidos amables amigos y consecuentes lectores de nuestra................. COLUMNA DE PAPEL

Blog de Juan Yáñez, desde San Juan de los Morros, Venezuela....

LA FINALIDAD DEL PRESENTE BLOG ES PARA EXPRESAR IDEAS, COMENTAR LO QUE CONSIDERAMOS DIGNO DE ELLO Y HASTA PARA DECIR LO INCONVENIENTE SI FUERA NECESARIO...




MÚSICA Y POLÍTICA

Juan Yáñez

Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 09 de enero de 2010

                                                       La música ha sido desde el comienzo de los tiempos una de las manifestaciones más espontáneas y naturales del hombre. El sonido armonioso es una necesidad expresiva que parte de nuestra sensibilidad emocional, la cual todos tenemos en mayor o menor grado. De igual modo la política es un arte para lograr una perfecta y armónica convivencia entre nosotros y con todo lo que nos rodea.  Para lograr buena  música y  buena política es necesaria sensibilidad y calidad humana.  Consideramos y estimamos estar en lo cierto que ya es posible hacer música y hasta política con máquinas y seguramente se alcanzarán buenos resultados, aunque su capacidad creativa limitada y luego de oír algunos compases o actos de esta música o discurso ya hemos oído todo lo que puede dar.
 A partir de allí ambas cosas se tornarán aburridas, monótonas y se convertirán en una molestia que  llegará a ser insufrible. El oído es un órgano sumamente delicado y sensible. Por él alcanzamos los sonidos provenientes de la música o del discurso político. Las vibraciones, que son el principio físico del sonido pueden producir contraproducentes efectos que causarán daños en nuestro organismo.  El mayor efecto insoportable lo produce el alto volumen sonoro el cual desborda nuestra capacidad y tolerancia. Interesante es el empleo de la música para disuadir  y ablandar los más tenaces comportamientos generalmente de índole política de algunas personas que se refugian o protegen en edificios y se niegan a abandonarlos.
 Basta instalar altavoces en sus alrededores, elevar considerablemente el volumen de una música estridente y sentarse a esperar que haga efecto esa “medicina”. Más temprano que tarde aquellos “sitiados por el sonido” estarán dispuestos a entrar en razones, a encontrar o discutir soluciones. Del mismo modo se ha puesto de moda desde hace ya algún tiempo el empleo de exagerados volúmenes de sonido que contaminan el ambiente y afectan la calidad de vida. Los encontramos en cualquier celebración, agasajo, espectáculos musicales, discotecas, concentraciones o mítines políticos. 
También en vehículos que transitan por las calles, que se encargan de anuncios y propaganda de todo tipo.  Otros circulan  con sus carros con mala  y estridente música que nos obligan a oírla, a través de sus cristales bajos, con la intención de  demostrarnos la potencia de sus equipos, apropiados para estadios deportivos que se destinan para  espectáculos musicales o políticos que reúnan multitudes. Todo ello atenta contra nuestra salud mental y viola nuestro derecho a vivir en paz y tranquilidad  Es entonces amables amigos y consecuentes lectores que se nos ha ocurrido establecer una comparación entre el insoportable sonido de la mala música  con el intolerable y ruidoso populismo político y sus viciosos resultados. De esta última precisión parte el establecer, el prometer lo imposible, el pintarnos villas y castillos que malintencionados o ignorantes políticos de profesión emplean en sus discursos.

 También existen los oportunistas; los que obran por afición y aún hay los que llegan al ruedo político impulsados por la ley de gravedad que da un plano inclinado y que pudiera llamarse por  inclinación. Estos últimos están por todas partes, provienen de diferentes actividades o profesiones y también popularidades,  medran hasta en países del primer mundo. Ejemplo claro de de esta afirmación lo da  el próspero estado de California de la gran nación norteamericana, cuyo gobernador democráticamente y legítimamente electo, fue antes de dedicarse a la política,  actor de películas en la que protagonizaba papeles de invencibles héroes.

 Se trata de Arnold Schwarzenegger, un mandatario que llegara a ser reelecto y en esta precisa semana concluyó su último periodo, dejando un muerto insepulto en las  arcas estadales de la corpulenta bicoca de 26.000 millones de dólares. No es éste un caso aislado amigos lectores, abundan los ejemplos que provienen de las más variadas actividades o profesiones. Dentro de nuestra telúrica y criolla identidad también los ha habido  Muchos de ustedes recordarán que tiempo atrás, intentó o inició una campaña política una conocida reina de belleza y luego más recientemente un  cómico nacional afecto a chistes de subido tono y también inadecuados para salones elegantes; y si hubiera continuado con su campaña no le habría ido del todo mal. 

Es indudable que ya la política y la música se han vulgarizado a extremos nunca antes vistos. Ambas manifestaciones tan antiguas y naturales de la humanidad forman parte de la decadencia de este periodo de la civilización. La música y la política se están haciendo por personas que no son ni músicos, ni políticos; por personas que no tienen vocación y aún menos recato y a pesar de ello gozan de una gran popularidad y éxito. Los seres humanos somos así; un material en bruto que es imperfecto o más correctamente expresado: rodeado de imperfecciones. De ellas deberemos despojarnos si nuestra intención es  llegar a lo excelso.  Es entonces amigos, necesaria la educación e insistir  en la ética, el respeto, en el desarrollo de los valores y en el ejemplo. 
De seguir así no llegaremos a  ninguna parte.  Aquellos inconvenientes  caminos, habrá necesariamente que desandarlos hasta llegar a un punto de partida que es donde se encuentran las diversas opciones y destinos para comenzar nuevamente.  Por todo ello se hace necesario trascender o aclarar la  confusión en que la sociedad transita. No somos dioses ni perfectos, pero la perfección es nuestro obligado destino. Entonces,  aliémonos con los buenos músicos y con los buenos políticos; no hay mejor opción. La vida merece vivirse en armonía, en hermandad, en solidaridad y también con buen gusto. Si es agradable compartir con buenos músicos, también lo será hacerlo con buenos políticos.  Ambos están allí, solo basta descubrirlos…
El maestro Marcos Rubén  Carrillo entre los jóvenes músicos que se formaron bajo su batuta:
La Orquesta Sinfónica del Estado Guárico, Venezuela, -sin pecar de inmodestia- una de las mejores del mundo
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