Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 28.08.2011
Reviviendo a Carlos Gardel, quien cada día canta mejor…
Juan Yáñez (corresponsal viajero)
Especial para el Diario La Antena. Buenos Aires, 24.08.2011
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 28.08.2011
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 28.08.2011
El final de esta conocida frase de innegable sutileza y a la vez plena de gracia y ocurrencia, aún se suele oír en boca de aquellos aficionados al tango que consideran a Gardel el hito más trascendente de la música rioplatense. En realidad tal expresión se ajusta a una subjetiva realidad y se origina luego del advenimiento de los adelantos técnicos que mejoraron la calidad de las grabaciones y que se desarrollaran a partir de los finales de la década de los 50” . Gardel grabó para el sello Odeón y luego la RCA. Victor , la mayoría de su repertorio. En aquellos años, anteriores a su muerte, las grabaciones eran muy precarias, se editaban en discos de pasta de 78 revoluciones por minuto, que sonaban en viejas victrolas, con ruidos de púa y con un sonido sumamente imperfecto. Luego al desaparecer Gardel, aquellas matrices originalmente grabadas por el cantor se fueron remasterizaron paulatinamente, cada vez con mayor precisión hasta alcanzar al día de hoy un grado de excelencia sonora asombrosa y que nos hacen oír a aquella voz u otra cualquiera con una perfección que nos aproxima al sonido original. Por lo menos eso creemos los que nos gusta la fidelidad en las grabaciones y apreciamos conservar los testimonios fidedignos de los intérpretes de la música que ya han desaparecido. Sin embargo hay quienes prefieren oír a Gardel desde los viejos discos de otrora y hasta algunos de los más exigentes u obstinados, lo aprecian aún mejor a través del sonido que se emite a través de las viejas y enormes cornetas de la época que popularizara la RCA Víctor , en aquella conocida imagen que mostrara a un perro, oyendo frente a una de ellas que rotulaba: “La voz del amo”. Carlos Gardel murió en 1935, en Medellín, aproximadamente un mes después que visitara Venezuela y continuara su gira por Colombia. Fue Gardel una figura trascendental para el público de habla hispana, a partir de los años 20 del siglo pasado. Un cantor que interpretó tangos y canciones, que filmara varias películas en los Estados Unidos, principalmente para el público latinoamericano, con el sello de la Paramount Pictures. Tanto ayer como hoy, los seres humanos, siempre ávidos de ídolos que representaran su propia identidad y se convirtieran en la imagen de lo que anhelaron ser. Gardel representaba al tipo latino que en aquella época competía en galanura y encanto con otros de diferentes latitudes y que lograban en el universo artístico o musical, opacar a figuras de las más encumbradas famas. Su emotiva y afinada voz, su agraciada figura, su estampa varonil, su amable sonrisa y un carisma personal significativo, llenaron de encanto a un público que lo elogió y apreció con asombrosa pasión en América y Europa. Lo cierto es, queridos amigos, que estando en esta interesante ciudad de paso e intentando revivir con nuestra imaginación al personaje que nos ocupa, -el inolvidable “Zorzal criollo”- nos parece que su figura aún camina etéreamente por las calles de Buenos Aires, que resuman tango cada instante a nuestro paso. A propósito de ello y en sordo coloquio con el mito gardeliano, en una de estas frías tardes del crudo invierno porteño, nos acercamos a la casa que fuera de Gardel y que en ella viviera junto a su madre, doña Bertha Gardés. Se halla en la calle Jean Jaurés 735, de la capital argentina; en la actualidad funciona como museo y conserva mucho de la originalidad de aquella época pasada. Los pisos de madera de la tradicional pinotea machihembrada de sus habitaciones y los mosaicos con dibujos de sus patios son los originales. Del mismo modo todas las dependencias se conservan con los objetos y artefactos de época; aún algunos muebles que pertenecieron al cantor, allí se encuentran. El museo atesora documentos y efectos personales del cosmos gardeliano y está enclavado en el barrio más representativo que evoca su memoria y la ensalza en grado superlativo. Es el popular barrio del Abasto, que de su niñez lo viera crecer y hacerse hombre. En sus calles aún se esboza esa imagen que se convirtiera en leyenda y se halla presente en algunas de las fachadas de las casas, de restoranes, bares, cafés, salones de espectáculos y en cualquier recóndito rincón donde fijemos la vista. La estación del subte (metro) que originalmente se llamaba Abasto, desde hace ya mucho tiempo se impuso el nombre de “Carlos Gardel”. En las vecindades de esta casa la mayoría de las edificaciones aún conservan su frente original y guardan el especial encanto del estilo arquitectónico que se uso en esta ciudad desde los finales del siglo diecinueve. Algunas de las baldosas de sus aceras y los adoquines de las calzadas, parecen conservar el aspecto de épocas pretéritas. Es un barrio de casas bajas, de altos techos, de moldeados portes, prominentes ventanales, con zaguanes tapizados de mayólicas y de puertas cancel, muchas de ellas. Hay otras más humildes con estilos más indefinidos y algunos edificios altos de apartamentos de más reciente construcción. En mucho aún se halla presente Gardel y hasta nos pareció ver de improviso, por un instante apenas, su silueta, mostrando su galano y elegante andar doblando una esquina cualquiera… Pasen un feliz domingo, queridos amigos.