General en Jefe José Antonio Páez |
LA SORPRENDENTE ENFERMEDAD DE PÁEZ
Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 04 de marzo de 2012
“Es un hecho reconocido por las generaciones que se han sucedido desde la guerra de independencia de Venezuela, que Páez sufría, con más o menos frecuencia, de ataques nerviosos de forma epiléptica, en una que otra ocasión, al comienzo o fin de los choques terribles que contra las caballerías de López, de Morales, de La Torre y de Morillo, libró en la pampa venezolana. Así, al entrar en acción en Chire y el Yagual, en la persecución del enemigo en los campos de Gamarra y Ortiz, y últimamente en Carabobo, después de espléndido triunfo, Páez fue por instantes víctima de esas horribles convulsiones que le privaban del uso de la razón, pero que al cesar, hacían aparecer al guerrero con tales bríos y con tal coraje sobre las fuerzas enemigas, que la presencia de aquel hombre portentoso era siempre indicio de la victoria. Afortunadamente para Páez y para Venezuela, aquél no llegó a ser presa de tan terrible mal en esos grandes hechos de armas que conoce la historia con los nombres de Mata de la Miel, Queseras del Medio, Cojedes, etc. etc., pues desgracia irreparable hubiera sido la muerte del sublime Aquiles, en la homérica lucha que presenció por tantos años la pampa venezolana”. De esta manera se expresaba Arístides Rojas en una de sus Leyendas Históricas, titulada “Las Convulsiones de Páez” que escribiera entre 1890 y 1891 en donde hace mención de la enfermedad que aquejaba a nuestro ilustre Centauro. En aquella época, en la que a Páez le tocó vivir, la ciencia de la salud aún estaba en pañales y más aún en determinar las causas de la enfermedad que sufría, la epilepsia; trastorno que parecía estar más cerca de lo demoníaco que de lo sintomático. Lo cierto, amigos lectores, que Páez hubo de padecer esta terrible dolencia que se manifestaba en los momentos más álgidos de sus valerosas acometidas. La crónica histórica recoge ciertos episodios que dan cuenta de los síntomas con los que habría de luchar a la par de las acciones guerreras. El mismo Páez en su Autobiografía da cuenta de su trastorno. “Al principio de todo combate sonaban los primeros tiros, apoderábase de mí una intensa excitación nerviosa, que me impelía a lanzarme contra el enemigo para recibir los primeros golpes; lo que habría hecho siempre si mis compañeros, con grandes esfuerzos, no me hubiesen retenido". En su oficio de historiar, Arístides Rojas apela a los relatos que permanecieron en la relativa veracidad de lo anecdótico, que fueran conocidos y posteriormente trasmitidos por sus propios hombres. Un ejemplo preciso de ello lo apunta Rojas cuando describe la Batalla de Chire, donde Páez sirviera en 1815, como comandante de un escuadrón de lanceros en las filas del ejército del general Ricaute y en la cual derrotara al coronel realista Sebastián de la Calzada, la que dice así: “Páez había recibido la orden de embestir a las tropas de Calzada, pero al comenzar la pelea, entra repentinamente en convulsiones. La causa inmediata de ese percance fue la siguiente: estaba Páez listo, cuando se le ocurre enviar uno de sus ayudantes a retaguardia de su cuerpo, con cierta orden. Al regreso del ayudante, que fue rápido,tropieza éste en la sabana con enorme culebra cazadora, a la cual pincha por la cabeza. Al instante el animal se enrosca en el asta de la lanza y la abraza por completo. Quiere el jinete deshacerse del animal, mas como no puede, con él llega a la vanguardia, en los momentos en que iba a librarse el célebre hecho de armas que se conoce con el nombre de Chire. El ayudante da a Páez cuenta de su cometido y agrega: "Aquí está, mi Jefe, el primer enemigo aprisionado en el campo de batalla" señalándole la culebra que contorneaba el asta. Páez torna la mirada hacia el arma del jinete y al instante es víctima del mal. Por el momento, el Jefe no puede continuar, pero ayudado de sus soldados que le echan agua sobre el rostro, se repone, y al escuchar la primera descarga monta a caballo. En derrota venían los suyos cuando a la voz de "frente y carguen", los jinetes tornan grupas, recomienzan la pelea y triunfan. ¡Y cosa singular! Mientras que los vencedores se ocupan en coger el rico botín, Páez sigue sólo al campo contrario, ya abandonado, en solicitud de enemigos, y en éste pasa todo el día, en un estado casi de sonambulismo. Al llegar la noche, el guerrero divisa una fogata, juzga que es la de su campamento, se dirige hacia ella, y al llegar es vitoreado por los suyos que le creían muerto o perdido”.
Sin dudar un instante sobre la valentía y el arrojo de Páez, estamos claros que la enfermedad producía en su mente una alteración que le dominaba por instantes y era necesario estimularlo para que superase el trance. La ciencia deberá hoy día con seguridad tener explicación a estos fenómenos que no son aislados y dependerían de experiencias traumáticas que le tocara vivir a nuestro héroe durante su niñez y adolescencia. Páez que surgiera de la nada, de un hogar por demás modesto, le tocó vivir en el ambiente agreste y difícil del llano venezolano, en que el juicio y el intelecto estaban supeditados a la naturaleza brutal y salvaje del medio existencial. Un hombre hecho a si mismo, que se formara en el escenario complejo de luchas por la supervivencia, de incontables sacrificios y también de no pocas esperanzas, donde sobresaliera la valentía, la osadía con fundamental pasión y el firme propósito de alcanzar una patria libre y soberana. Pasen un feliz domingo, amigos lectores…