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Bienvenidos amables amigos y consecuentes lectores de nuestra................. COLUMNA DE PAPEL

Blog de Juan Yáñez, desde San Juan de los Morros, Venezuela....

LA FINALIDAD DEL PRESENTE BLOG ES PARA EXPRESAR IDEAS, COMENTAR LO QUE CONSIDERAMOS DIGNO DE ELLO Y HASTA PARA DECIR LO INCONVENIENTE SI FUERA NECESARIO...




EL CARNAVAL, LOS POLÍTICOS Y SUS DISFRACES…



Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 19 de febrero de 2012
                                                        Decime quién sos vos, decime dónde vas, alegre mascarita que me gritas al pasar (De la letra del tango: “Siga el corso” de Aieta y García Jíménez) 

                          Cuando éramos niños el carnaval significaba esencialmente agua, papel picado y serpentinas. También los disfraces, las comparsas, los desfiles y los bailes irrumpían y hacían las delicias de niños, jóvenes y viejos. Pero por sobre todo, era un breve período en que se entronizaba con desmedida energía, la diversión, la broma y la holganza. Esperábamos todo el año esta entretenida fiesta en que la despreocupación descollaba en un animado escenario, apropiado para hacer todo aquello que nos viniera en ganas y que en situaciones normales fuera impropio o indecoroso. Según Mijail Bajtin, autor de "La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento" se refiere al carnaval de esta manera: “Los espectadores no asisten al Carnaval, sino que lo viven ya que el Carnaval está hecho para todo el pueblo. Durante el Carnaval no hay otra vida que la del Carnaval. Es imposible escapar, porque el Carnaval no tiene ninguna frontera espacial. En el transcurso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad (...) El Carnaval era el triunfo de una liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes (...) Todos eran iguales y reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo, su edad y su situación familiar”. 

 Hoy, en que la vida ha seguido un derrotero que se aleja de las tradiciones populares, han cambiado las costumbres. En estas fechas carnestolendas, es el viajar por distracción o placer la principal motivación de aquellos que vivimos en las ciudades y los que no podemos, disfrutamos y reposamos en casa. Todavía en los niños, -por fortuna para todos- existe el anhelo de disfrazarse para personificar a los héroes de ficción con la intención de imitarlos y estimularse con ello. Sin embargo, -viene al caso, encontrándonos en pleno deleite de estas fiestas- como ha sido siempre, existen personas que van todo el año disfrazados, no por festejar el carnaval (aunque sus actos no escapen de una actitud definitivamente carnavalesca)  sino por ocultar sus malas  intenciones. Son los disfraces la herramienta que emplean estas individualidades, un subterfugio pleno de astucia y disimulo. Correcto es emplear el vocablo mascarada, sinónimo de disfraz, ambos propios del carnaval, aunque con diferente vínculo. 
Y es en esta apreciación en que intentaremos orientar nuestra glosa semanal. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua,  mascarada significa:  f. Festín o sarao de personas enmascaradas. || 2. Comparsa de máscaras. || 3. farsa (ǁ enredo, trampa para engañar)... 
Insistimos sobre el tema, diciendo que algunas personas, perfectamente identificables, se muestran durante todo tiempo y lugar disfrazadas, porque si no lo hicieran les sería imposible alcanzar sus propósitos y como además carecen de toda virtud, ello sería un inconveniente insalvable para sus gestiones y propósitos. Los disfraces son variados y acordes a sus apetencias; es claro que deberán mostrarse en consonancia a los designios que ocultan en sus intrigas y manejes. El disfraz más generalizado es el de cordero, la antitesis de su felonía lobuna. Asimismo y para dar más efectividad a sus tramas, se disfrazan de distinguidas figuras de la vida eterna, como lo son los ángeles, arcángeles o querubines y con ello mostrarse como emisarios de la paz, el amor y la bondad, para engañar a los que le cuadre con falsas palabras de solidaridad.  Fieles al viejo axioma de prometer antes que dar, porque la promesa no empobrece, siendo el proveer lo que realmente disminuye o arruina. Otro de los ingenios que estos personajes conservan en su guardarropa es precisamente para ocultar su cobardía, es el disfraz de valiente. La valentía es una virtud que se demuestra con el arrojo y como carecen de ese valor, se tornan bravucones, intolerantes jactanciosos y amenazan a todo el mundo. Jactancia por demás ridícula porque a la hora de enfrentarse cara al peligro, el miedo los descontrola sin medida, ni consuelo y no saben por donde aventarse. Este el disfraz que menos les aguanta y el que esconde sus mayores vicios y canalladas. Personajes de esta calaña y también otros cultivadores de la mentira, han existido a través de la historia, mayoritariamente en el campo de la política. En la actualidad no escasea este elemento humano, medra todavía. En los cinco continentes están presentes, aunque la evolución de la existencia les ha demandado superar sus artilugios para continuar engañando. Hoy tienden a no alcanzar la efectividad de otros tiempos y se hayan ya a nuestro parecer en vías de extinción. No es necesario nombrarlos; se encuentran en toda dirección, a la derecha, a la izquierda, arriba o abajo y cada uno de ustedes, consecuentes lectores tendrá su propio bagaje en la mente. Solo nos queda desearles, amigos todos, que disfruten un feliz y apacible carnaval...
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