Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 20 de noviembre de 2011
“Destaqué al Sargento Ramón Valero con ocho soldados…, conminando a todos ellos con la pena de ser pasados por las armas si no volvían a la formación con las lanzas teñidas en sangre enemiga… Volvían cubiertos de gloria y mostrando orgullosos las lanzas teñidas en la sangre de los enemigos de la patria”. José Antonio Páez
La Historia ha sido siempre una disciplina fundamental y lamentablemente se pretende en estos últimos tiempos, por algunos que poco les interesa o les incomoda, obviarla. Pero será tiempo perdido ese absurdo propósito, porque la Historia posee testimonios indefectibles y precisos con los que se va nutriendo a cada instante, que es imposible prescindir u ocultar. A pesar de ello, no renuncian a tergiversarla o acomodarla a sus intereses o caprichos, sin percatarse que no conseguirán otra cosa que envilecerla, desvirtuarla, adulterarla y entonces perderá la autenticidad que le es esencial y no quedaría otra cosa que patraña. Pareciera que olvidando el pasado se pretendiera construir un presente ficticio, lleno de simulaciones y embustes. Por ello la Historia será siempre eficaz consejera y servirá para dar el verdadero y justo valor a los hombres y a sus obras. Es Venezuela rica en historia y en ella están reportados acontecimientos plenos de valor y osadía que se suscitaron durante la Guerra de la Independencia que se escenificara en el territorio de lo que fuera la Capitanía General de Venezuela y que consolidara luego la idea de patria o nación. La Independencia se gestó con personajes de la más diversa condición, que lucharon en cruentas acciones, tan feroces y salvajes que aquellos que no fueran temerarios o valientes debieron serlo a juro, es decir, apremiadamente; porque no quedaba otra alternativa posible. Es nuestra intención ocuparnos en esta nota, amables y consecuentes lectores, no precisamente de historia, sino de literatura histórica, lo que equivale a hacer de hechos reales, una representación imaginada por el autor, aunque ceñida y veraz a lo objetivamente acontecido. La obra elegida ya se ha citado en el título, es una novela que se convertiría junto con otras, también de autores latinoamericanos, en lo que se llamó narrativa regionalista. Arturo Uslar Pietri, escribió “Las Lanzas Coloradas”, en una estadía en París y que publicara en 1931 en España. El escritor logró en esa narración, mostrar el esteriotipo del llanero venezolano en su faz guerrera o combatiente. La obra se convertiría en una de sus más difundidas creaciones intelectuales y que le diera reconocimiento universal. La corriente literaria en que está encuadrada la narración, se iniciara a principios del siglo XX. Similares connotaciones de forma y estilo las encontramos en “La Vorágine, del escritor colombiano José Eustaquio Rivera, publicada en 1924, también en “Don Segundo Sombra”, del argentino Ricardo Güiraldes de 1926 y posteriormente en 1929, aparece “Doña Bárbara”, de su compatriota Rómulo Gallegos. De la misma forma que Uslar Pietri logra en su libro una descripción fiel del llanero de esta tierra, Rivera la hace con el hombre de la selva colombiana y también Güiraldes esboza al gaucho argentino. Todas las obras nombradas tienen como factor común un simbolismo acentuado por las particulares características de las regiones donde habitara el hombre que dará vida a cada uno de los relatos. Uslar, en “Las Lanzas Coloradas” prescinde del paisaje y del expresivo regionalismo para enfocar directamente el desnudo drama humano. Ese aspecto bien lo explica el escritor en la Presentación de sus Obras Selectas (Madrid-Caracas, 1956). Detalla que la redactó: “(…) frente a una ventana que daba a una calle gris, sin mirar la ventana ni la calle, sino asediado de las visiones de mi país. No entré por el camino de la novela histórica por gusto arqueológico o por manía reconstructiva, sino porque pensé que para expresar lo nacional, fuera del mero paisajismo, había que comenzar por buscarlo en las horas en que alcanzó su más alta y reveladora tensión. Sentía que en el impulso destructor y creador de la Guerra de Independencia se había revelado de un modo pleno la condición criolla de nuestra humanidad. Fue el primer momento en que el alma criolla pudo entregarse con fruición posesiva a la irrestricta expresión de su ser. Por eso en mi novela lo reconstructivo tiene una mera importancia de marco y todo el esfuerzo de expresar está concentrado en los seres y en su relación con los sucesos.”
Se hace necesario explicar que la novela no constituye una crónica general sobre la guerra independentista, sino que refleja en su texto, la particular contienda sobre los sucesos acaecidos en 1814, que se dieron lugar, cuando los patriotas se debatieron en lo que se llamó: Guerra a Muerte, protagonizada con las huestes realistas en pleno llano venezolano. Bolívar subyace en la novela como una figura invisible que lo impregna todo sin tomar cuerpo en ningún hecho. Para las fuerzas realistas compuestas por llaneros que comandaba Boves, el Libertador significaba la amenaza aciaga y fatídica. Para las fuerzas patrióticas en contraposición a las anteriores, aunque constituidas también por llaneros que lideraba Páez, simbolizaban la esperanza y la libertad. Tendrían que pasar muchos años, salvarse numerosos obstáculos, devenir un sinfín de acontecimientos para que se reafirmara y perdurase el concepto de patria y se declarara la independencia nacional. Pasen un feliz y plácido domingo, queridos amigos…
Material gráfico: Biblioteca Ayacucho memoriachilena.com