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Bienvenidos amables amigos y consecuentes lectores de nuestra................. COLUMNA DE PAPEL

Blog de Juan Yáñez, desde San Juan de los Morros, Venezuela....

LA FINALIDAD DEL PRESENTE BLOG ES PARA EXPRESAR IDEAS, COMENTAR LO QUE CONSIDERAMOS DIGNO DE ELLO Y HASTA PARA DECIR LO INCONVENIENTE SI FUERA NECESARIO...




HABLANDO CLARO...

   Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros Venezuela, el 06.02.2011                                          

                  Primitivamente, cuando el primer primate se irguió sobre sus extremidades inferiores y ya por su aspecto y comportamiento se le podría llamar hombre, a pesar de  que aún  distaba de ser civilizado, se expresaba y comunicaba  por señas y sonidos guturales que  luego fueron paulatinamente modulados  hasta devenir las sílabas y con ellas se lograron las palabras.

 Muchas de ellas provienen del sonido que producen las cosas, amables y consecuentes lectores. El vocablo agua deriva del sonido cantarino que hace el líquido elemento cuando fluye. De similar manera cuando reímos con todas las ganas,  pronunciamos un intermitente ja, ja, ja y  de allí proviene el vocablo carcajada. Estas palabras así creadas provienen de lo que conocemos  como onomatopeyas, que es la imitación por medio de la voz, del sonido de algo, que se manifiesta en el vocablo que se forma al pronunciarlo. A través de los tiempos los idiomas evolucionaron y aún lo hacen, hasta convertirse en un medio de expresión, sin el cual sería imposible comunicarnos y entendernos a cabalidad. Los idiomas modernos son técnicamente perfectos; las palabras tienen un preciso significado, que está regido por la gramática, por medio de la cual se establece el arte de hablar y escribir correctamente. A pesar de todo, para hablar con corrección y dignidad es necesaria la educación y al menos un toque  de cortesía o amabilidad. 

 De capital importancia para un correcto hablar es el disponer de un mínimo de instrucción, cultura, de conocimientos y a la vez  de un aceptable dominio del idioma.  Existen personas que no se expresan acertadamente; ello da lugar a incomprensiones, dudas y errores. Sucede en todos lo ordenes de la vida, locuciones que son incorrectas, inapropiadas o confusamente expresadas y por ello resultan incomprensibles o mal entendidas.  Para una correcta comunicación  es necesario hablar con claridad y precisión.   Las cosas deben llamarse por su nombre, emplear las formas más sencillas del hablar, utilizar los verbos correctos, sus tiempos y conjugaciones apropiadas. Es igualmente ineludible el empleo de  los adjetivos precisos y un correcto uso de los demás componentes gramaticales. Habla bien para que bien te entiendan, es un aforismo por demás gráfico, claro y conciso. Es nuestra intención dejar una exégesis clara que  por supuesto esté encuadrada dentro de los principios éticos de la didáctica. Para dar comienzo a una correcta conversación, ante todo debe existir reciprocidad, un trato cordial y a la vez respetuoso. Las expresiones no deben jamás ofender, tampoco desestimar y menos aún subvalorar. Es posible disentir o no compartir en las ideas y opiniones, pero siempre debe existir una correcta y mutua consideración y tolerancia. La excelencia del discurso  está condicionada por la calidad humana del hablante.

 Los hay muy elocuentes, muy cultos, versados en muchas cosas y sin embargo sus palabras resultan artificiales o vacías. Existen otros, con mucha menos instrucción y cultura,  pero con valores éticos naturales, con una espontánea franqueza que fluye en  sus palabras y con ellas nos evidencia su nobleza. También los hay los que se expresan en tono burlón, otros en forma mordaz o sarcástica, aquellos otros que hablan hasta por los codos y no dicen nada, los que no paran de decir mentiras y exigen a quienes las oyen, que las crean y otros muchos  vicios de diferente connotación, alcance y envergadura.. En muchas ocasiones debemos soportar arengas por demás incultas, desproporcionadas, agresivas y con talante grosero que generalmente proviene de seres con una desmedida e inadecuada  capacidad de mando o que se sustentan con ella. De ese modo arbitrario se expresan mostrando  su petulancia, falta de educación y decoro. 

Probablemente ellos equivocadamente creen que así consiguen hacerse respetar o más probablemente temer. En efecto, muchos les temen,  otros les adulan, aceptan y  festejan  sus peroratas, porque sacan partido con su ánimo servil o rastrero.

 En las comunicaciones orales es estimable que se expresen los atributos que hacen que la conversación o discurso resulte ameno, constructivo, necesario y provechoso para todos. Hablar es compartir, crear vínculos de amistad, educar, consolar, comprender, amar y un medio para expresar todo ello y disfrutarlo.   Existen   asimismo formas de expresión que se catalogan como vicios y son en realidad falsedades malintencionadas. Una de las que en el distorsionado universo político actual se ha propagado y extendido es la llamada falacia del hombre de paja.

 La modalidad consiste en atribuir a otros, adversarios o rivales,  palabras o expresiones que jamás dijo, de esa forma desacreditarlo y hasta acusarlo de malicioso o traidor. Un ejemplo elocuente de este fraude es el siguiente,  alguien dice: -No comparto la política demagógica de algunos gobiernos latinoamericanos, que engañan a sus  pueblos con falsas promesas- Y es común que se replique así: -Usted en realidad defiende intereses de los oligarcas quienes engañaron al pueblo durante décadas y se aliaron al imperialismo yanqui-. Así se expresan los encargados de sustentar  ideas absolutistas y que no les es necesario  conocer la filiación de sus interlocutores, para descalificarlos con estas trilladas y consabidas arengas.  

 Estas prácticas tienen diversas modalidades, no son nuevas, ya los Romanos las utilizaban y las denominaban con la expresión latina: Argumentum ad Hominen, que no es otra cosa, que más de lo mismo que hemos expuesto, aunque estas se basan en descalificar y atacar en una discusión, al adversario apoyándose, no en sus argumentaciones sino en  hacer una manipulación perversa de sus convicciones u opiniones. 
También de ello nos habla Aristóteles y mucho más aquí, lo hizo Schopenhauer.  Desde aquella época y a lo largo de la Historia hasta nuestros días existen innumerables ejemplos de estas devaluaciones obscenas del proceder humano. Que pasen un feliz día, amables amigos…

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