EL BLOG
OPINA
Poco tenemos que opinar de este rara
avis de la especie humana que ya no se ha dicho en más de sesenta años de
actividad artística. Sin lugar a dudas fue Bergman una personalidad
sobresaliente aunque hasta el día de hoy de difícil diagnostico, hasta para los entendidos o calificados
especialistas; para aquellos que por sus conocimientos se les oye o se les lee
con interés. Nos referimos a los que poseen
la capacidad crítica necesaria para descubrir, soslayar, intuír a un artista
excepcional, con demasiadas aristas aún por advertir. No podemos dejar en el tintero aquel viejo refrán que lo enaltece e identifica sobradamente: "Genio y figura hasta la sepultura". Ingmar Bergman estaba hecho del mismo molde de que están hechos los grandes, aquellos que no pasan inadvertidos porque guardan relación sus existencias con los propósitos de la vida. Inapreciables individualidades que han sido creadas para que la existencia siga su curso y propicie la natural evolución de sus designios.Sin embargo nada de ello viene gratis y nuestro protagonista no fue la excepción. En la década de los 50
había en el mundo entero muy pocos quienes supieran escribir sobre Bergman con
algún acierto en las crónicas de cine de importantes medios informativos.
Muchos críticos luego de ver “Un verano con Mónica” la primera película con alguna
importancia comercial, les costó opinar sobre una
de las tomas protagonizada por Harriet
Andersson, por el
contenido erótico mostrado para la época y en general en la producción del
film. De igual forma, difícil fue determinar si había buen gusto o no, en la calidad cinematográfica de la cinta. Por
ello demoraron la
entrega de sus comentarios a las redacciones, por el simple temor a meter la
pata. Muchos de ellos, en su incapacidad no se animaban ni a escribir una letra
hasta leer a colegas supuestamente más calificados.
Lo cierto es que estábamos en presencia del
advenimiento de uno de los principales genios del Séptimo Arte. Bergman no solo
estaba empezando a hacer cine de primera
magnitud, sino que lo estaba "inventando" desde otra perspectiva, inmensamente genial y desconocida
hasta entonces. JY.
Dos
puntas tiene el camino
Lilian Fernández Hall
El genial
cineasta sueco Ingmar Bergman fue, sin lugar a dudas, un alma atormentada. Hijo
de un pastor luterano, creció rodeado de símbolos religiosos y fue inducido
desde niño a las lecturas bíblicas, lo que seguramente influyó en su constante
necesidad de explorar el laberinto de las pasiones humanas. Como creador, supo
plasmar estas inquietudes en sus películas, dando vida a obras que ya se
consideran clásicas. Películas como Persona, Gritos y susurros, La fuente de la
doncella, El séptimo sello y Fanny y Alexander son reconocidas películas de
culto en todo el mundo.
A pesar
de haber tratado con maestría el tema del desgaste emocional que la institución
del matrimonio significa para muchas personas (“Escenas de la vida conyugal”),
Ingmar Bergman no dudó en casarse. Y no una vez, sino cinco. Mantuvo además
otras dos largas relaciones amorosas que no se formalizaron en matrimonio.
Producto de estas relaciones fueron sus nueve hijos, engendrados con seis
mujeres diferentes.1
Contrariamente
a su imagen profesional de genio atormentado, en su vida privada gustaba
Bergman de asumir el rol de padre de familia, y con frecuencia reunía a todo su
clan en reuniones celebradas en su casa de la isla de Fårö, en el distrito de
Gotland. Esposa y ex esposas, hijos, nueras, yernos y nietos, de varias edades
y procedencias, compartían festividades, cumpleaños y navidades en una a todas
luces envidiable armonía.
Fårö, una
idílica isla de playas blancas de arena caliza, fue el refugio que el artista
necesitó para concentrarse en la creación y sentirse en armonía con la
naturaleza. Allí se estableció Bergman desde finales de los años ‘60 y allí
construyó lo que él sentiría como su hogar. Varios detalles harían de su casa
un lugar único: un hogar a leña diseñado por él mismo, una biblioteca de 6.000
volúmenes, una sala de proyecciones, un cuarto de meditación, etc. De a poco
fueron surgiendo otras viviendas más pequeñas alrededor de la vivienda
principal, las cuales serían utilizadas como refugio para escribir o para
recibir a la familia y otros invitados. Finalmente, formaron lo que se llamó la Villa Bergman, que
cuenta con cinco viviendas dispersas en una extensión de aproximadamente 34 mil
hectáreas.
Fårö Un
genio solitario
Ingmar
Bergman detestaba la publicidad, y a medida de que pasaban los años se retraía
más y más del “ruido” exterior. Los escasos vecinos de Fårö respetaban
ciegamente la voluntad del artista, y se encargaban de despistar a los turistas
que de vez en cuando llegaban a la isla con la esperanza de gozar, al menos, de
una fugaz visión del genial cineasta. Para desilusión de los visitantes, pocas
veces se cristalizaban estos deseos.
Bergman
fue activo en su profesión hasta una edad muy avanzada y en sus últimos años
colaboró con relativa asiduidad con el Teatro Real de Suecia, poniendo en
escena varias piezas, muchas veces versiones teatralizadas de sus películas
anteriores. Ingmar Bergman falleció el 30 de julio del 2007 (el mismo día que
el cineasta italiano Michelangelo Antonioni), a los 89 años de edad.
Como
corresponde a un artista y pensador que constantemente merodeaba el tema de la
muerte, Bergman tuvo siempre muy presente la suya propia. Ya en el año 1995, el
cineasta sueco escribió su testamento, legalmente certificado por dos testigos:
toda su herencia: sus propiedades, sus muebles y objetos privados, los archivos
con todo el material cinematográfico; todo debería subastarse al mejor postor.
El dinero acumulado se repartiría luego, por partes iguales, entre sus nueve
hijos. Como él mismo lo expresaría, “sin peleas, sin discusiones, sin
sentimentalismos”. Nada para sus ex mujeres, sus demás familiares, ni para los
amigos. Todo debería venderse y pasar sin intermediarios a manos de los hijos.
Quien sea
dado a la especulación podría sospechar una cierta sonrisa burlona desde el
cielo de los cineastas. Con nueve hijos de seis diferentes madres, esto no
significaba en absoluto una sucesión sin conflictos. Nueve adultos con
diferentes opiniones e intereses. ¿Qué se haría de la herencia de Bergman?
¿Sería realmente cuerdo dispersar los objetos, que por sólo pertenecer al
artista gozaban de un valor excepcional? La biblioteca, el archivo de
películas, las propiedades, ¿todo a manos del mejor postor? Las opiniones eran
diversas y el debate no tardó en ocupar las primeras planas de los periódicos.
Linn
Ullmann El sueño empieza a cobrar forma
La
escritora noruega Linn Ullmann, hija menor de Ingmar Bergman, fue la primera en
hacer pública la idea de su padre de fundar un centro de creación artística y
literaria en la isla de Fårö. El mismo Bergman soñaba con convertir su vivienda
y las demás instalaciones de su propiedad en una suerte de punto de encuentro
de cineastas, músicos, fotógrafos, actores y escritores; donde pudieran
originarse proyectos, ideas, manuscritos y todo tipo de expresión creadora.
Muchos allegados al cineasta confirmaron esta visión que, sin embargo, nunca
pasó de ser una expresión de deseos durante la vida de Bergman. Luego de su
muerte, las discusiones entre los hermanos fueron siempre amistosas, pero con
tantas voluntades apuntando hacia distintos proyectos e ideas, no hubo manera
de ponerse de acuerdo.
Linn
Ullmann se empeñó en luchar para que lo que su padre había construido en Fårö
no se dispersara en manos de coleccionistas excéntricos. Ella misma vendió su
lujosa mansión en Oslo para tener un capital con el cual salvar algunas de las
“reliquias” de su padre, pero entendió en seguida que sería imposible. Las
pertenencias del director sueco irían a remate a través de las casas de
subastas más prestigiosas de Suecia y de toda Europa. La publicidad a través de
los medios elevarían los precios a niveles inimaginables. En un último intento
desesperado, Ullmann escribió un largo artículo en un periódico noruego, donde
proponía una fundación siguiendo el espíritu que su padre había imaginado. Un
centro cultural sin fines de lucro que diera apoyo y refugio a escritores,
artistas, músicos y creadores de todas partes del mundo. Los planes estaban
listos, lo único que faltaba era quien financiara los sueños.
Pasó un
tiempo y no se habló más de la fundación. Bukowskis, la casa de remates de
antigüedades y objetos de arte de más prestigio de Suecia se encargó de la
subasta de los efectos personales del cineasta (336 objetos: muebles, libros,
archivos de películas y todo tipo de objetos), mientras que las inmobiliarias
Residence de Estocolmo y Christie’s de Londres se ocuparon de la venta de las
propiedades. El 28 de septiembre de 2009 se realizó la subasta de Bukowskis,
abierta a todo público, la cual atrajo a una multitud de interesados con reales
posibilidades de adquisición, más un sinnúmero de curiosos. Periodistas de todo
el mundo siguieron las ofertas. Uno tras otro fueron desapareciendo, bajo el
martillo del rematador, los objetos más preciados del director sueco: los seis
mil volúmenes de su biblioteca, el escritorio firmado por el prestigioso
diseñador de muebles sueco Carl Malmsten, el viejo sillón de cuero de Charles y
Ray Eames, la legendaria mesita de luz de madera barnizada de blanco, donde el
cineasta solía escribir, al despertar, el producto de sus sueños; el tablero y
las piezas de ajedrez con que la
Muerte juega una partida con Antonius Block en El séptimo
sello e infinidad de objetos que, al haber pertenecido al cineasta, doblaron el
precio de mercado. Las personas que realizaban las ofertas eran, como es usual
en las subastas de arte o de objetos muy valiosos, enviados especiales de
empresas o acaudalados especulantes. La pregunta que todos se hacían era: ¿en
manos de quién o quiénes quedaría el patrimonio cultural bergmaniano?
El
gobierno sueco, fiel a sus principios, había aclarado desde un principio que no
ofertaría dinero de los contribuyentes en la subasta, decisión que fue muy
criticada por muchos sectores culturales del país. En un período de crisis
económica global, no surgía tampoco ningún donante dispuesto a aportar los
medios necesarios para que la herencia cultural del cineasta permaneciera en
Suecia. La comuna de Gotland registró una fundación con el propósito de
recaudar fondos, pero muy pronto se dieron cuenta de que era imposible
recolectar las sumas necesarias para la compra de no sólo los objetos
pertenecientes al director, sino sobre todo las propiedades. Como último
intento desesperado, la fundación publicó anuncios en diversas revistas de cine
de los Estados Unidos, para interesar al mundo de Hollywood. Todo sin
resultado.
Hans Gude
Gudesen El mesías noruego
Cuando ya
todo parecía perdido y la opinión pública sueca lamentaba la dispersión del patrimonio
cultural bergmaniano, llegó la noticia insólita e inesperada. El millonario
noruego Hans Gude Gudesen había financiado la compra de las pertenencias de
Ingmar Bergman y tenía también la intención de adquirir las propiedades en
Gotland, para hacer realidad el sueño del cineasta. El artículo de Linn Ullmann
en el periódico noruego había conmovido profundamente al excéntrico millonario,
quien inmediatamente partió de incógnito a Fårö y quedó deslumbrado por la
atmósfera mágica de la bella isla, en la costa este de Suecia. Unos meses
después, se concretaría la venta de las propiedades a la fundación que Gudesen
crearía, y que quedaría en manos de Linn Ullmann y una serie de personas
allegadas al cineasta.
De un día
para otro, el interés público por la figura del noruego se hizo enorme. Hans
Gude Gudesen, de 59 años, es arqueólogo de profesión pero ha amasado una
fortuna en el campo de la informática. Gudesen es conocido como empresario e
innovador, y es dueño y fundador de Opticom, una empresa que se especializa en
innovaciones en las posibilidades de almacenar información. Gudesen es conocido
como un empresario serio e idealista, más interesado en el progreso tecnológico
en sí que en la fortuna que su trabajo le ha deparado. No suele dar
entrevistas, y vive relativamente aislado en la ciudad de Fredrikstad, a
orillas del fiordo de Oslo.
Tanto la
casa de subastas Bukowskis como las de ventas de propiedades estaban al tanto
de las intenciones del millonario noruego, quien permaneció anónimo durante el
remate y dejó que cuatro representantes ofertaran, para evitar la publicidad.
Gudesen no quería dar a conocer sus planes hasta que las propiedades no
estuvieran definitivamente en manos de la planeada fundación. Ninguno de los
objetos o las propiedades adquiridas por el millonario noruego pasarán a ser su
propiedad privada, sino que fueron adquiridas a nombre de la Fundación Villas
Bergman en Fårö (The Ingmar Bergman Estate on Fårø, como es el nombre oficial
en inglés) que tendrá como directora a la política sueca Inger Harlevi,
presidenta de la comisión cultural de la comuna de Gotland, quien desde un
principio apoyó activamente el proyecto de Linn Ullmann.
Durante
el invierno europeo (enero-abril), las propiedades serán puestas en
condiciones, y a partir de la primavera se iniciará la mudanza de objetos y la
reconstrucción de ambientes, basados en fotografías y recuerdos de los
allegados a la familia. Para el verano, la directora de la fundación espera
inaugurar el centro, dando a conocer el nombre de los estipendiados y las
actividades a realizarse.
El precio
por hacer realidad el sueño de Bergman no se ha hecho público, pero se calcula
que, entre los objetos pertenecientes al artista y las propiedades, Gudesen ha
invertido cerca de diez millones de dólares. Los seguidores de Bergman en
Suecia y en el mundo entero pueden agradecerle a un acaudalado idealista
noruego que el patrimonio cultural del genial cineasta se mantenga vivo y que
su sueño, lentamente, se convierta en realidad.
Nota
Los nueve
hijos de Ingmar Bergman (IB) son: Lena Bergman (63 años, actriz, hija de IB y
la coreógrafa Else Fisher), Eva Bergman (62 años, directora de teatro y
televisión, casada con el conocido novelista Henning Mankell, hija de IB y la
bailarina, coreógrafa y directora de teatro Ellen Hollender), Jan Bergman
(fallecido en el 2000 a
los 53 años, director de teatro, hijo de IB y Ellen Hollender, lo suceden sus
dos hijos como herederos), los mellizos Anna y Mats Bergman (59 años, ambos
actores, hijos de IB y Ellen Hollender), Ingmar Bergman jr. (56 años, piloto,
hijo de IB y la traductora y doctora en filosofía Gunvor Hagberg), Maria von
Rosen (48 años, escritora, hija de IB e Ingrid Karlebo von Rosen), Daniel
Bergman (45 años, director de cine, hijo de IB y la pianista Käbi Laretei) y
Linn Ullmann (41 años, escritora, hija de IB y la actriz Liv Ullmann).
Reseña del autor
Lilian Fernández Hall
Nació en Buenos Aires, Argentina.
Estudió Letras en la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Colaboró en la revista literaria El
Molino de Pimienta y
en otras publicaciones argentinas, como Crisis, en la época de Vicente Zito Lema. En
la actualidad vive en Estocolmo, donde trabaja en una biblioteca pública
especializada en literaturas extranjeras. Es traductora pública
(sueco-español). Corresponsal en Suecia de El Diario de Hoy, de El Salvador. Colabora en diversas
publicaciones, impresas y digitales. Coordina un círculo de lecturas en español
en el Instituto Cervantes de Estocolmo.
Trailer "Un Verano con Mónica" (www.youtube.com/watch?v=gYBf9ZPdizY)