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foto. diariodelviajero.com |
Juan Yáñez
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela, el 27 de mayo de 2012
Una señora soñó que llegaba al cielo y que junto a las 120.000 personas
que mueren cada día. Estaba haciendo fila para saber cuál era su destino,
cuando de pronto, apareció San Pedro y les dijo:- "Vengan conmigo y les
mostraré en qué barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Aquí la
cuota inicial que se recibe para su habitación eterna es la caridad traducida
en obras de misericordia, comprensión, respeto por los demás y el interés por
la salvación de todos." Luego los fue guiando por barrios primorosos, como
ella jamás hubiera pensado que pudieran existir. Llegaron a un barrio con todas
las casas de oro: puertas doradas, techos dorados, muros de oro, pisos de
oro. ¡Qué maravilla! San Pedro exclamó:-
"Aquí todos los que invirtieron mucho dinero en ayudar a los necesitados,
aquellos a quienes su amor a los demás sí les costó en la tierra". Y
fueron entrando todos los generosos, los que partieron su pan con el hambriento
y regalaron sus vestidos a los pobres, los que consolaron presos y visitaron
enfermos. La señora quiso entrar, pero un ángel la detuvo diciéndole: -"Perdone señora, pero usted en la tierra
no daba sino migajas a los demás. Jamás dio algo que en verdad le costara, ni
en tiempo, ni en dinero, ni en vestidos, y este barrio es solamente para los generosos.
Y no la dejó entrar. Pasaron luego a otro barrio de la eternidad. Todas las
cosas construidas en marfil. ¡Qué blancura, qué primor! Los pisos en marfil,
los techos en marfil. La señora se apresuró para entrar a tan hermoso barrio,
pero otro ángel guardián la tomó del brazo y le dijo muy respetuosamente: -"Me
da pena, señora, pero este barrio es únicamente para aquellos que en el trato
con los demás fueron delicados, comprensivos y bondadosos. Y usted fue muy
dura, falsa y criticona, y a veces hasta grosera con el trato a las
personas". Y mientras todos los que habían sido exquisitos en las
relaciones humanas con los demás entraban a tomar posesión de sus lujosas
habitaciones, la pobre mujer se quedó por fuera, mirando con envidia a los que
iban entrando a tan esplendoroso barrio. Le faltó la cuota inicial: haber
tratado bien a los demás. Siguieron luego a un tercer barrio. Aquello era lo
máximo en luminosidad y belleza. Todas las casas eran de cristal, pero de unos
cristales excepcionalmente brillantes y hermosos. Paredes de cristal
multicolores, techos de cristales refractarios, ventanas de cristales que
parecían arco iris. La señora corrió a posesionarse de una de aquellas
maravillosas mansiones, pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio:
- "En su pasaporte dice que usted no se interesó por enseñar a las
personas que estaban a su alrededor, el camino del bien, la verdad, y este
barrio es exclusivamente para las personas que ayudan a los demás a buscar su
felicidad. Aquí se cumple lo que anuncia el profeta Daniel: Quienes enseñen a
otros a ser buenos, brillarán como estrellas por toda la eternidad", y
usted nunca se preocupó porque las personas que conocía se volvieran mejores.
Así que, aquí no hay casa para usted. Le falta la cuota inicial: haber ayudado
a otros a cambiar". Entristecida la pobre mujer, veía que entraban
muchísimas personas radiantes de alegría a tomar posesión de su habitación
eterna, mientras que ella con un con un numeroso grupo de egoístas eran
llevados cuesta abajo a un barrio verdaderamente feo y asqueroso; todas las
habitaciones estaban construidas de basura, puertas de basura, techos de
basura, paredes de basura. Los gallinazos sobrevolaban sobre aquella hediondez,
y los ratones y murciélagos rondaban por allí.
Ella se puso un pañuelo en la nariz porque la fetidez era insoportable, y quiso
salir huyendo, pero el guardián del barrio le dijo con voz muy seria:-
"Una de estas casas será su habitación, puede pasar a tomar posesión de
ella". La angustiada mujer gritó
que no, que eso era horrible, que no sería capaz de habitar en ese montón de basuras,
y el ángel le respondió: -"Señora, esto es lo único que hemos podido
construir con la cuota inicial que usted envió desde la tierra. Las
habitaciones de la eternidad las hacemos con la cuota inicial que las personas
mandan desde el mundo, y usted solamente nos enviaba egoísmo, mal trato a los
demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, tacañería, odio, rencores y
envidia. ¿Qué más podíamos haberle construido? Usted misma nos mandó el material
para hacerle su mansión". La mujer comenzó a llorar y a decir que no
quería quedarse a vivir allí. Pero de pronto, al hacer un gran esfuerzo para
separarse de quien la quería hacer entrar en semejante habitación, dio un salto
y se despertó. Tenía la almohada empapada en lágrimas, pero aquella pesadilla
le sirvió de examen de conciencia. Desde entonces, empezó a pagar la cuota
inicial de su casa en la eternidad.
Autor anónimo.
Amables y consecuentes lectores, la nota que
presentamos en esta oportunidad en la columna nos muestra una simbólica representación sobre el apropiado significado de la vida. Seduce por su natural sencillez y gracia narrativa. Un relato ocurrente para la reflexión y el discernimiento.
Recibimos este escrito de la mano de la hermana Elisa, una estimada religiosa, de la Congregación Santo
Ángel, de San Juan de los Morros, que se ocupa en transmitir cristianamente la
fe y la esperanza, en las cárceles, a las mujeres privadas de libertad. Nos
consta que la hermana lleva muchos años en esa labor y lo hace con la mayor
dedicación, perseverancia y entusiasmo. Por nuestra parte consideramos oportuno
transcribir estas líneas, que serán de utilidad para reencontrarnos con nuestra
conciencia. Pasen un placentero domingo, amables amigos…