Publicado en el Diario La Antena de San Juan
de los Morros Venezuela, el 25.04.10
Juan Yáñez
El tiempo pasa inexorable y los hombres también de ese mismo e infalible modo. Esta regla reiteradamente probada nos da fe de la transitoriedad de todo lo creado. Son las ideas, sus resultados y aplicaciones las que perduran.
Nuestro tema de hoy, amables y consecuentes lectores, tiene que ver con la Política, la maltratada ciencia que siendo de noble origen fue y es reiteradamente deshonrada en todos los tiempos de la de la Historia. Sin embargo es a pesar del vilipendio de uso, que soporta por parte de los malos políticos, una disciplina insustituible para el desarrollo y preservación de las sociedades humanas.
Afortunadamente también existen los buenos políticos y es precisamente uno de ellos, el que nos honrará con su tácita presencia en estas líneas. Se trata de Nelson Mandela, un hombre que fue capaz de desafiar a las instituciones de su país por el injusto trato racial que se les daba a sus hermanos de color.
Hoy el artífice de esa gestión cuenta con 91 años de edad, ya se ha retirado merecidamente y con todos los honores, de las gestiones públicas en las que intervino en su momento con sobrado talento, idoneidad y tesón. Irrumpe complacido a este escenario con una humilde y sincera sonrisa que desde niño no ha cambiado, a pesar de las innumerables y penosas condiciones de vida que hubo de soportar.
No es una sonrisa estudiada ante un espejo, útil para aquellos que hacen de la política su negocio, sino que en ella muestra la pureza de su corazón y también patentiza la plácida expresión de un estadista de quilates.
Es la más representativa personalidad que luchó contra aquel fenómeno de segregación racial que ocurrió en Sudáfrica, conocido como Apartheid, entre otros de similar connotación en todo el extenso continente africano y causado por la colonización europea.
Por sus ideales, sus luchas y sus acciones fue encarcelado durante 27 años. Recluido en misérrimas celdas, sometido a trabajos forzados e incomunicado con el exterior se fue convirtiendo paulatinamente en un símbolo de la lucha contra la discriminación de todos los hombres negros del continente.
Durante su confinamiento mantuvo su mente y su cuerpo en una sana disciplina, no abandonando su férrea e inquebrantable disposición a un entendimiento político digno, sin claudicaciones y ajustado a la justicia y a la ética. Líderes y seguidores de los derechos humanos, políticos del mundo y todos aquellos hombres y mujeres sensibles ante las arbitrariedades de los gobiernos despóticos se solidarizaron con su gestión y lucharon denodadamente contra el Apartheid.
El gobierno sudafricano acosado por la opinión pública internacional y nacional que minaba sus estructuras descalificándolo implacable y constantemente no le quedó otra alternativa que sopesar la libertad de Mandela para evitar males mayores.
Las condiciones se precipitaron cuando el Presidente Botha sufre un derrame cerebral y es sustituido por Willen De Klerk en el cargo. De inmediato anuncia la libertad del reputado prisionero y legaliza los partidos políticos opositores. Uno de ellos el ANC, elige a Mandela como su líder y allí se inician las conversaciones, que por intolerancias mutuas estuvieron muchas veces a punto de originar una guerra civil.
A pesar de todo, los dos políticos en pugna comparten en 1993, el Premio Nóbel de la Paz en reconocimiento por las acciones de ambos protagonistas en establecer la democracia y la tolerancia racial en Sudáfrica. Los acontecimientos políticos emergentes van dando lugar a que todos los grupos raciales sean aceptados con derecho a voto.
Mandela es elegido en 1994, por mayoría como el primer presidente de raza negra de la República de Sudáfrica. Lo secunda como vicepresidente De Klerk, logrando de esta manera una coalición de fuerzas opuestas.
Posteriormente en 1997, Mandela se convierte definitivamente en un líder indiscutido de las relaciones internacionales africanas. El 3 de marzo de 1999 anunció que no se presentaría a la reelección presidencial, terminando a fines de junio de ese mismo año su mandato constitucional.
Atrás quedaba toda una vida de luchas, de desvelos, de insatisfacciones, de angustias, de errores y también de logros para constituir una nación digna y justa que estuviera equitativamente representada por todos los habitantes de su suelo…
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 25 de abril de 2010
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