ALFONSINA
Juan Yáñez
Así escuetamente, sin otro menester que su nombre de pila recordamos a la gran poetisa latinoamericana, que iluminó con sus rimas el alma de nuestra juventud. En aquellos años cuando todavía imaginábamos que la vida sería color de rosa; amable y despreocupada… Sus inspirados versos de una belleza espontánea y natural nos animaban a escribir poesía. Fueron intrascendentes y borroneadas cuartillas, en la que dejábamos nuestras más puras emociones y sentimientos, propios de una edad a la que no se vuelve jamás. Lamentablemente la juventud pasa y no se queda, amigos lectores. Nos referimos a esa juventud de los primeros años, que indiferente transcurría cuando íbamos descubriendo un mundo que se nos mostraba con infinitos matices y oportunidades. La otra juventud es la que perdura a través de los años, aquella que por derecho estamos obligados a conservar, por sus virtudes y trascendencia y que llamamos solemnemente: “La eterna juventud”.
Alfonsina Storni, había nacido en la Suiza italiana en 1892, e inmigró siendo muy niña a la Argentina con su familia. De humilde cuna y en épocas de escasez y tribulación pasó su infancia y juventud. Siendo muy joven comenzó a ayudar a su familia en humildes empleos y con dedicación y perseverancia logró graduarse de maestra rural. Ejerció en humildes escuelitas de campo, luego continuó sus estudios con esfuerzo y vocación hasta alcanzar titularse en la carrera docente como maestra de primaria y luego como profesora liceísta. Radicada en Buenos Aires se inicia en las actividades periodísticas y literarias para las que había nacido. Su obra poética se ubica en el Modernismo. Es junto a la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou una de las más connotadas poetisas de la América Latina. La vida, el sufrimiento, las experiencias muchas veces ingratas moldearon su lirismo y la inquietante presencia de la fatalidad en su obra. Hay en ella una clara muestra del mensaje de una mujer sensible en grado sumo, donde la pasión, la ternura, la rebeldía se manifiesta en una superioridad evidente hacia la figura masculina. Sin embargo en último término comprende que es inútil el esfuerzo; su naturaleza femenina no logra dejar de subyugarse ante el varón y es que el amor con su infinita ternura, la vuelve débil y vulnerable. En 1916 publica su primera obra, “La inquietud del rosal”, donde el Romanticismo se muestra en pleno, aunque ya se vislumbra el Modernismo. Luego en 1918 da a conocer “El dulce daño”, continua con Irremediablemente un año después y en 1920, “Languidez”. Ese mismo año es galardonada con el Premio Nacional de Literatura. A partir de allí su personalidad se vuelve más abstracta, intelectual y introspectiva, abandona ese particular lirismo que la caracterizaba. Ejemplo de ello lo evidencia en “O
cre”, de 1925. Escribe en esta etapa algunas obras de teatro y en 1934 su último libro que logra publicar en vida: “El mundo de siete pozos”, luego en 1938 escribe “Mascarilla y trébol”. Estas dos últimas obras nos muestran a una Alfonsina más depurada en su estilo. Abundan las imágenes y los símbolos de naturaleza conceptual. Persiste en toda su obra una eterna perturbación espiritual y un deseo de cambios en su vida que jamás lograra satisfacer. La presencia de la muerte deviene en sus poemas continuamente, una y otra vez; nunca logra apartarla ni trascenderla. Hasta va en su búsqueda tras la fatiga y el agotamiento. Sólo le que dan fuerzas para alcanzarla y así lograr el anhelado descanso y es en las aguas del mar donde decide entregar su vida…
“La mañana del 25 de octubre de 1938 las aguas ferruginosas de Mar del Plata devolvieron a la orilla el cadáver de una mujer menuda, de 46 años, con los ojos claros y el rostro sereno.” (*)
…Y a modo de epitafio, amigos lectores, nos motiva incluir en la nota un bellísimo poema que escribiera Alfonsina en 1934.., cuatro años antes de su muerte. En sus inspirados versos nos revela su infeliz extenuación y su necesidad de sosiego Se titula: Voy a dormir y dice así:
Dientes de flores, cofia de rocío, / manos de hierba, / tu nodriza fina, / tenme prestas la sábanas terrosas / y el edredón de musgos escardados. / Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Ponme una lámpara a la cabecera; / una constelación; la que te guste; / todas son buenas: bájala un poquito. / Déjame sola: oyes romper los brotes…/ te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases / para que olvides…Gracias. Ah, un encargo: / si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…
(*) Marilyn Bobes, en el prólogo de “El largo desierto y la mar” Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas
Material gráfico: yoreme.wordpress.com+www.poemas-del-alma.com+www.liceus.com
2007. Juan Yáñez. www.ahoraescuandohay.blogspot.com
Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 03.01.10