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“LA CONSTITUCIÓN SIRVE PARA TODO…”
Juan Yáñez
No
hay tiranía más cruel que la que se perpetra bajo el escudo de la ley y en
nombre de la justicia. Barón De Montesquieu
La frase con que titulamos la presente nota, no es nueva, queridos amigos
y consecuentes lectores; es de vieja data. La historia está plagada de insolencias
expresadas por malos políticos y peores gobernantes, que se afincaron en el
poder para desde allí transgredir impunemente. No es necesario apartarnos del sub-continente
latinoamericano para ubicar especimenes de este talante, donde siempre
abundaron y jamás escasean. En nuestra propia Venezuela, las insolencias nunca han faltado y todavía no nos hemos
librado de ellas. Suceden a diario, en menoscabo de la buena crianza y del elemental
respeto que los gobernantes les deben a los ciudadanos. Las provocaciones están
dirigidas a un sector que es mayoritario en la población venezolana, que no comulga con viejos estereotipos
políticos, caducos y malintencionados, que al gobernante de turno se le ha
antojado imponer arbitrariamente, no obstante de haber recibido un rotundo
NO en un anterior plebiscito. También es
oportuno recordar que en la Asamblea , a pesar de haber obtenido mayor cantidad de votos la
oposición, cuenta con menos diputados que el oficialismo, por una artimaña
ventajista, a todas luces arbitraria e inconstitucional.
Aquellos no habituados a callar cuando es
prudente, no pueden controlar las impertinencias que salen a tropel por su boca
y que son una sarta de iniquidades. Son raras las ocasiones en que el discurso
presidencial se atiene a la cordura para lograr controlar la imprudencia. Los epítetos más suaves que emplea en estos
tiempos, rondan por el apelativo de “burgueses”, palabra relativamente
ofensiva, salvo por la irreverente tono y la licencia que se toma al
pronunciarla. Lo demás es humillación innecesaria -reiterativa por demás- que
cuando transciende las fronteras se convierte en motivo de curiosidad y esparcimiento
para gente acostumbrada a oír discursos formales o juiciosos. Releyendo la historia, interesante pasatiempo
que disfrutamos sin la menor molestia y con el mayor agrado, evidenciamos que nada de lo
que acontece es original, ya que otros
transitaron por idéntico sendero en el circunstancial paso por la vida; lo que es igual a decir: Nada es
nuevo en la viña del señor. Correcto
es señalar que tampoco en el siglo antepasado se acostumbraba a respetar a los
gobernados en este país y del mismo modo sucede hasta el presente. En la Caracas de 1848, se oyó decir: “La Constitución sirve
para todo”, un epíteto cargado de cinismo e inmoralidad, que fuera expresado por José Tadeo Monagas, a la sazón presidente de la
República , luego que sus esbirros embistieran con
violencia en el Congreso Nacional,
que se disponía a enjuiciarlo. Tomaron por asalto el recinto de sesiones, matando de una puñalada en el pecho a Santos Michelena y también quitándoles
la vida a otros tres diputados. Atemorizados los presentes, hasta tal grado,
que nadie se atrevió a enfrentarlos; huyeron sin ser perseguidos, para luego, con
una actitud de desfachatada inocencia, Monagas hace convocar nuevamente al resto de los diputados
a continuar sus funciones e incorpora a la historia la frase, arriba anotada, que lo definirá como un tirano más, de los que
hubo de soportar. José Tadeo Monagas no fue más que un rústico dictador
que aparento legalidad en todo tiempo.
Luego de unos años de turbulencias, desafueros, abusos, insurrecciones y cuanta
violación se le ocurrió desde su cargo, fue obligado a renunciar y se exiló por
seis años. En 1864 regresa al país y se suceden
nuevas oposiciones, disputas, violaciones constitucionales y demás trapacerías,
hasta que finalmente con artimañas se logra convocar a elecciones para designar
al nuevo presidente de la
República. Es entonces que José Tadeo Monagas, candidato factible, pero ya viejo y enfermo no
alcanza su anhelo, muere al poco tiempo de una enfermedad pulmonar, sin poder
ver la culminación del proceso eleccionario que seguramente lo
proclamaría. Paradojas de la vida que se
asientan en la historia que no dejan
de repetirse, una y otra vez. Hoy día, la Constitución Nacional se desacata
sin el menor prurito y sin dar mayores explicaciones. Son precisamente quienes
tienen la obligación de respetarla y exigir el cumplimiento de su contenido,
sus acérrimos transgresores.