La República de Turquía, sucesora del Imperio se niega a reconocer la verdadera calificación del crimen cometido, del que incuestionablemente no hay otra estima más atinada y que perfectamente encaja en la definición actual de la palabra: GENOCIDIO.
Está considerado el primer genocidio sistemático moderno y le secunda en la misma aciaga apreciación: El HOLOCAUSTO JUDÍO.
Muchos son los estados democráticos que han reconocido esta calificación, incluso no faltaron distinguidas personalidades turcas que le se han adherido. Es asimismo impropio y cínico el sustentar, por las autoridades turcas, que las masacres de civiles hayan existido de ambas partes por la violencia interétnica, acrecentada por el conflicto de la Primera Guerra Mundial y nieguen un claro e inexcusable genocidio.
La mayoritaria opinión pública apoyada por veredictos sobradamente confirmados por testigos y avalados por idóneos historiadores, pensadores, religiosos y de estadistas, -que han sido ponderados hasta por sus propios adversarios- que las hostilidades fueron el resultado de una maquinación urdida intencionalmente.
Se calcula que un millón y medio de armenios fueron sacrificados durante el gobierno del partido Ittihad (Jóvenes Turcos) Esta perversidad se caracterizó por una brutalidad sin límites, cometida contra la población Armenia radicada en el Imperio Turco.
Comenzó con el exterminio de más de 200 intelectuales armenios establecidos en Estambul. A estas primeras víctimas le sucedieron el resto de sus connacionales a quienes metódicamente fueron sujetos al exterminio, mediante deportaciones, expropiaciones, secuestros, violaciones, torturas y todos los libertinajes posibles. Se les aniquiló sin la menor compasión y con la mayor cobardía.
En 2009, -según reseña el matutino Clarín de Buenos Aires- bajo el auspicio mediador de EE.UU., Turquía y Armenia lograron un frágil acuerdo para avanzar en la reconciliación. Pero en estos días se truncó el intento por las pretensiones territoriales turcas y porque el gobierno turco criticó que Suecia y el Congreso de Washington, avanzaran en reconocer el Genocidio.
La Casa Blanca intenta bloquear esa resolución legislativa porque considera a Turquía, un gran aliado a las puertas de Oriente Medio. Más aún, para salvar las apariencias, Obama calificó a la matanza, como una de las atrocidades del siglo XX, pero se cuidó de no hablar de genocidio.
Así es la política, amables y consecuentes lectores, la que plagada de mentiras e intereses inconfesables demora la majestad de la Justicia…, pero solo consigue demorarla. Tarde o temprano la Justicia cobrará.., pero con intereses.
El Monte Ararat, donde se posó al terminar el diluvio el Arca de Noé, símbolo perenne de Armenia.
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Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 02.05.10