La sangrienta tragedia naval del Titanic nazi, el Wilhelm Gustioff
MANUEL P. VILLATORO / abc MADRID (Publicado el 24 de junio de 2013)
Día 21/06/2013 - 21.56h
Más de 9.000 personas fallecieron cuando los soviéticos
hundieron el buque que enorgullecía a Hitler, el Wilhelm Gustloff, al final de
El Gustloff
Entre todas
las tragedias navales que se han sucedido a lo largo de la Historia , el sobrecogedor
choque del transatlántico Titanic contra
un iceberg siempre se ha alzado por encima del resto. Sin embargo, existe una
catástrofe algo más desconocida pero que, a día de hoy, sigue siendo el mayor desastre marítimo del mundo:
el del Wilhelm Gustloff,
un buque nazi en el que, tras ser torpedeado,
murieron más de 9.000
refugiados y militares del Reich al
final de la II Guerra Mundial.
Aunque menos cinematográfica, la historia del Gustloff
es, en muchos puntos, similar a la del gigante que chocó contra un iceberg. En
ambos había botes salvavidas insuficientes para poner a salvo a todo el pasaje;
en los dos hubo que usar armas de fuego para controlar a los pasajeros
desesperados que intentaban subirse a las barcas de salvamento y en ambos hubo
una ingente cantidad de fallecidos. No obstante, en la catástrofe del buque
nazi fallecieron seis veces más personas que en el barco de la White Star Line.
El
buque de
La
construcción de este gigante de los mares se dejó a cargo de los astilleros Blohm & Voss por mandato de Adolf Hitler, quien
ordenó además que el buque debería ponerse a las órdenes de la Kraft durch Freude (KdF), una
organización nazi dedicada a establecer las vacaciones de los habitantes de
Alemania. En 1937, tras muchos meses de fabricación, este transatlántico fue
botado definitivamente por el mismísimo Führer.
«El primero
de mayo de 1937 se anunció en la radio y en la prensa: “El primer buque de
nueva construcción de la KdF
del Frente Alemán del Trabajo será botado el 5 de mayo de 1937 en la explanada
del astillero Blohm & Voss de Hamburgo. El Führer y canciller del Reich,
Adolf Hitler, viene a Hamburgo para el acontecimiento. […] Todo Hamburgo está
emocionado”», recuerda Heinz
Schön, uno de los pocos hombres que lograron salvar la vida en esta
catástrofe naval, en su libro «La tragedia del Gustloff. Relato de un superviviente».
En cuanto a
su nombre, y a pesar de que en un principio se barajaban otras posibilidades,
finalmente se decidió botar este transatlántico comoWilhelm Gustloff en honor de un político nazi asesinado
algunos años antes. Así, aquel 5 de mayo, miles de miembros del partido nazi,
soldados, y civiles, enarbolaron sus banderas para recibir a este nuevo buque
de recreo bajo los gritos de «Sieg heil» (victoria y gloria).
El gran
transatlántico de Hitler
Con 208,5 metros de eslora
y 23,5 metros
de manga en su parte más ancha, este buque no contaba con la gran envergadura
del Titanic (que le superaba en 60 y 5 metros respectivamente). No obstante, las
dimensiones del barco nazi le convertían, según recoge Schön, en el 5º buque alemán de mayor tamaño y
en el 25º a nivel internacional.
Hitler ordenó construir varios buques de recreo que
pudieran ser utilizados en combate
El Gustloff fue ideado para
transportar aproximadamente a 1.465
pasajeros por travesía (a los
que se sumaban los aproximadamente 500 tripulantes), para lo cual necesitaba de
unas colosales instalaciones en su interior. «Alimentar a casi 2.000 personas
no era tarea fácil. En la cocina trabajaban 28 personas. Por menú se preparaban
unos 400 litros
de sopa, 160 litros
de salsa, 400 kilos de verduras y 1000 kilos de patatas. […] En la cafetería se
usaban cada día una media de 50 kilos de café, 100 kilos de azúcar, y en cada
comida, 800 litros
de líquido y 250 litros
de leche. En el bufé, donde se cortaba, se untaba y se disponía el pan, se
consumían 10.000 rebanadas de pan al día, dos barriles de mantequilla de 125
kilos y 100 kilos de queso en cada merienda» señala el superviviente.
Este buque se
destacaba además por una curiosa característica: no contaba con clases, pues
todos los camarotes eran de un lujo considerable y similar. Sólo había una
excepción, la estancia creada especialmente para Hitler. «El “Camarote del
Führer” se diferenciaba de los demás camarotes del “barco sin clases” por
un equipamiento mejor, aunque no extremadamente lujoso», completa Schön en su
libro.
Primeros
travesías y transporte de
Después de realizar una travesía inaugural el 23 de
marzo de 1938 sin incidentes, el Wilhelm Gustloff comenzó a llevar a cabo todo
tipo de ostentosos viajes a múltiples partes del mundo. De hecho, pronto
comenzó a hacerse famoso por efectuar un trayecto a la isla de Madeira. Para
sus pasajeros, cruzar los mares a bordo de este inmenso transatlántico era todo
un honor y un privilegio.
Sin embargo,
tras apenas unos meses en activo como barco de recreo, el Gustloff llevó a cabo
la primera de las muchas misiones militares que, en un futuro, tendría que
realizar. Y es que, el 22 de mayo de 1939 el Führer ordenó a este trasatlántico
dirigirse a Vigo, donde tenía la orden de recoger a la Legión Cóndor, los soldados
alemanes que habían combatido junto a Franco en la guerra española.
El Gustloff participó en varias operaciones de rescate de
heridos
«En España había finalizado la Guerra Civil. La
participación alemana en esta guerra en suelo español, una especie de
“escenario de prueba” para la
Segunda Guerra Mundial, había comenzado el 1 de agosto de
1936 con la llegada de los primeros 85 voluntarios alemanes. Después, Hitler
había decidido apoyar masivamente a Franco. Entre 1936 y año nuevo de 1939
invirtió 500 millones en este nuevo campo de maniobras para las tropas, en
nuevas armas y en nuevas tácticas, en aviones alemanes, blindados, munición, y
20.000 soldados», determina el escritor alemán.
Pocos días después, el Gustloff amarró en el puerto ante
los aplausos y las lágrimas de alegría de los militares españoles. «A primera
hora de la mañana del 25 de mayo de 1939 llegaron al Gustloff altos oficiales
españoles y oficiales de aviación alemanes […] A la mañana siguiente […] la España de Franco se empleó
a fondo para la despedida. Miles de fascistas estaban de pie en el puerto para
decir adiós a sus compañeros de armas; la noche anterior tuvieron celebración a
bordo con ellos», añade Schön.
Un
hospital sobre el mar
No obstante,
todo cambió para el Gustloff el día en que Hitler hizo oficial el inicio de la II Guerra Mundial. Aquella mañana
del 1 de septiembre de 1939, el líder nazi se dirigió mediante un discurso a
multitud de buques para ordenarles servir de apoyo a las Fuerzas Armadas
convirtiéndose en barcos
hospital.
Con esta decisión, Hitler desveló definitivamente el
maquiavélico plan que llevaba orquestando años atrás. Y es que, como Alemania
tenía prohibida por la comunidad internacional la construcción de cualquier
buque que pudiera ser destinado para la guerra, había ordenado crear varios
barcos que pudieran reconvertirse rápidamente en hospitales y armas flotantes.
Los nazis pretendían evacuar en buques a miles de
refugiados alemanes
Uno de ellos era el Gustloff, que en
poco tiempo se modificó para surcar los mares como un buque enfermería. Para
ello, se pintó enteramente de
un blanco impoluto sólo
atravesado por una gruesa línea verde. A su vez, se añadió en su chimenea el
símbolo de la cruz roja. Si antes su aspecto era, cuanto menos, imponente,
ahora este gigante había adquirido la apariencia de un fantasma.
«A partir del 1 de septiembre de 1939 ya no hubo ningún
buque de Fuerza y Alegría llamado Wilhelm Gustloff. […] Se terminó el sueño del
buque de recreo, de las travesías marítimas para los trabajadores, de los
espléndidos viajes a Madeira, alrededor de Italia y a los fiordos noruegos. Fue
un breve sueño como buque de la
KdF el que pudo soñar el Wilhelm Gustloff. Duró apenas un año
y 116 días. El tiempo de la alegría había terminado», finaliza el escritor.
Tras entrar a
formar parte de la Armada ,
el Gustloff participó en varias misiones de rescate y curación de heridos a lo
largo de toda la costa. A su vez, fue uno de los buques hospital movilizados
por Hitler para llevar a cabo la «Operación León
Marino» es decir, la ocupación nazi de Gran Bretaña. No obstante,
finalmente este plan no se llevó a cabo.
Al
servicio del ejército
Después de
que se cancelara la «Operación León Marino» el Gustloff fue dado de baja como buque
hospital y reconvertido, el 21 de noviembre de 1940, en una vivienda para la Sección II de la Segunda División
de Instrucción Submarina. Además, para darle una mayor apariencia militar, se
volvió a repintar de forma similar a los buques de la Kriegsmarine y se le añadieron algunas
ametralladoras antiaéreas como posible defensa ante los cazas aliados. Sin
duda, algo insuficiente para un transatlántico de esas dimensiones.
«Acabó
anclado en el puerto de Stettin durante más de cuatro años, convertido en el
alojamiento de los cadetes de la cercana base de instrucción en guerra
submarina», determina por su parte Justino
Balboa en su libro «Grandes enigmas de la Segunda Guerra Mundial».
En cambio, cuando la opinión general era que ya nunca volvería a navegar, el
Gustloff recibió su última misión, la que condenaría a casi 10.000 personas a
la muerte.
«Operación
Hannibal», el inicio de la matanza
De esta forma, en enero de 1945 la situación cambió para
el olvidado y amarrado Gustloff. Aquel fatídico mes, el transatlántico recibió
la orden de dirigirse a la región de Gdynia -ubicada en Polonia- para rescatar
a los refugiados alemanes que huían del avance del ejército rojo en la Prusia Oriental.
Y es que los rusos, ávidos de venganza, se cernían ahora inexorablemente sobre
el territorio nazi.
El Gustloff
formaba parte de la llamada «Operación Hannibal», un plan mediante el
que los líderes nazis pretendían, con la ayuda de 1.100 buques, desplazar a más
de dos millones de refugiados a territorio seguro y fuera del alcance de la
guerra. No obstante, lo que no sabían los altos mandos era que, a pesar de que
salvarían a un gran número de civiles, las aguas del Báltico quedarían teñidas
de rojo con la sangre de los fallecidos en el hundimiento del transatlántico
que, en su día, ordenó construir Hitler.
«Todos los buques disponibles en el Báltico (militares,
mercantes e, incluso, pesqueros) fueron destinados a la evacuación. En aquellos
momentos, en el puerto, más de 60.000 refugiados trataban de abordar las naves,
en un estado total de caos y confusión. Mientras los oficiales intentaban
contabilizar y distribuir lo mejor posible a los pasajeros, eran muchos los que
subían a bordo desordenadamente burlando la guardia», explica Balboa.
Una
carga 9 veces superior a la debida
Eran momentos desesperados, pues quedarse en tierra para
la población significaba hacer frente a una muerte casi segura. Por ello, y a
pesar de que se habían asignado una serie de pasajes provisionales para el
Gustloff, fueron miles los que lograron hacerse un hueco a costa de la
incapacidad moral de los guardias, quienes no pudieron negar la entrada a
nadie. Así, el transatlántico contaba el día de su partida con miles de
pasajeros a bordo.
El S-13 soviético lanzó 4 torpedos que sentenciaron al
Gustloff
«Las últimas investigaciones dicen
que (con independencia de las cifras oficiales) a bordo del Gustloff se
hacinaron 8.956 refugiados, 918 oficiales y marineros de la 2ª División de
Submarinos, 373 mujeres del cuerpo femenino auxiliar de la armada, 173
auxiliares y 162 heridos graves, lo
que hacía un total de 10.582 personas» completa el autor de «Grandes
enigmas de la Segunda
Guerra Mundial». Es decir, el transatlántico partía nada
menos que con una carga 9 veces superior a la aconsejable.
Sin embargo, el problema no era únicamente que no
quedara ni un resquicio libre en el veterano buque –algo que dificultaba las
posibilidades de supervivencia en caso de catástrofe naval-, sino que no había
a bordo botes suficientes para todos los pasajeros. De hecho, en caso de que
sucediera un contratiempo y se hiciera necesario abandonar a su suerte el
barco, únicamente existían balsas de salvamento para unas 5.000 personas.
Partida
hacia la muerte
Con todos estos problemas en sus anchas y metálicas
espaldas, el Gustloff levó anclas el 30 de enero de 1945, día en el que,
curiosamente, los alemanes celebraban la subida de Adolf Hitler al poder en
Alemania. Aquel día, en cambio, los ánimos no estaban para fiestas. El frío
sacudía a aquellos que se encontraban en las cubiertas superiores y la baja
temperatura del mar hacía imposible la supervivencia de aquel desdichado
pasajero que resbalara y cayera al mar.
Por su parte, la tripulación militar del buque tampoco
celebraba realizar ese viaje, pues sabían que estaban casi indefensos ante
cualquier ataque. De hecho, temían sobremanera un asalto marítimo debido a la
presencia en el Báltico de multitud de submarinos soviéticos y a la escasa
escolta que había recibido el Gustloff (un pequeño torpedero –el Löwe- que poco
podría hacer ante una ofensiva coordinada del enemigo).
La
decisión fatal
Tras algunas horas de viaje, y con los nervios a flor de
piel, un mensaje llegó a los capitanes nazis que dirigían el buque. Las
noticias no podían ser peores. Según se explicaba, una unidad de dragaminas
alemana navegaba en su dirección y había peligro de colisión. Por ello, se
hacía necesario encender las luces de posición del navío, hasta ahora apagadas,
para que los barcos pudieran esquivar al poderoso Gustloff.
El navío se llevó al fondo del mar casi 10.000 almas
Tras una acalorada discusión en el
puente, los oficiales dieron la orden y las luces se encendieron. Sin embargo,
y exactamente como temían, el breve momento en el que estuvieron activadas
reveló la posición del transatlántico, que fue visto por el submarino soviético
S-13 al mando de Alexander Marinesko. Él sumergible del Ejército Rojo no lo
dudó, cargó cuatro torpedos y tomó posiciones para atacar el flanco de un buque
cargado de civiles y tropas del ejército de Hitler.
«A las 23:00 en punto, hora de Moscú, el submarino se
colocó en posición de disparo. El S-13 se acercó a unos 1.000 metros del
objetivo. Marinesko ordenó preparar los torpedos de proa para un ataque en
superficie y sumergirse luego a una profundidad de tres metros. Cuando la proa
del enorme buque fue reconocible en el centro de la retícula del periscopio del
S-13, Marinesko dio la orden», explica el escritor alemán. No había vuelto
atrás, el sumergible ruso había lanzado sus cuatro torpedos.
Tres
impactos mortales
Unos minutos después, aproximadamente a las nueve y
cuarto de la noche, tres impactos hicieron blanco en el costado de estribor del
Gustloff. Las explosiones, que zarandean el buque, fueron las inyecciones
mortales que condenaron a los miles y miles de pasajeros.
El primero impactó sobre la proa, provocando el
cierre de los mamparos de seguridad que evitaban que el barco se fuera a pique.
En un suceso similar al acaecido en el Titanic, miles de personas se quedaron
aisladas en la sección delantera del barco, ahora sellada, sin posibilidad de
subir al exterior. Estaban condenadas a morir ahogadas.
El segundo torpedo, por su parte, estalló en la
piscina interior de la cubierta más baja del Gustloff, la cual se había vaciado
para que se acomodaran en ella varias decenas de enfermeras auxiliares de la
marina. «La mayoría de las víctimas ni siquiera debió de oír el estruendo. La
muerte les sobrevino en el barco de la forma más fácil, las sorprendió mientras
dormían», completa Schön. Finalmente, el tercero chocó contra la parte trasera
del barco, mientras que el cuarto no llegó a salir, debido a un fallo mecánico,
del S-13.
El
terror se apodera del pasaje
Casi automáticamente, y a sabiendas de que el número de
botes era insuficiente, una avalancha humana se lanzó sobre las escasas barcazas
de salvamento mientras el barco se escoraba a estribor. En apenas 10 minutos el
terror se apoderó de toda alma a bordo. Desde el puente, la orden fue clara:
¡Mujeres y niños primero!
Pero, como era de esperar, muchos hombres no aceptaron
esta premisa y cargaron contra los botes y los oficiales que los custodiaban.
Así, en una situación muy similar a la sucedida en el Titanic, algunos soldados
se vieron obligados a abrir fuego con sus pistolas sobre los pasajeros para
evitar que ningún varón subiera antes que una mujer o un niño a un bote
salvavidas.
La tragedia del Gustloff sigue siendo la más grande de
«Mientras la gente buscaba
desesperadamente en la cubierta superior del Gustloff alguna posibilidad de
salvación, muchos seguían luchando en el interior del buque contra un destino
horrible; yacían heridos o aturdidos por los gases de las detonaciones, en los
camarotes, por los corredores y en las salas, estaban tirados, tumbados en el
suelo o corrían desesperados de un lado a otro», añade en su texto el autor de
«La tragedia del Gustloff»
En pocos minutos los botes se acabaron a pesar de que
aún quedaban miles de mujeres, niños y hombres a bordo de este ataúd de metal.
En ese momento la desesperación se hizo todavía más palpable mientras cientos y
cientos de personas trataban de aceptar el cruel destino que les esperaba en
aquellas gélidas aguas.
Los
últimos minutos del gigante
El Gustloff no tardó mucho en irse al fondo del mar
llevandose consigo a todas esas almas en su interior. Tal fue la impotencia de
algunos pasajeros que, según narra Schön, un oficial alemán prefirió disparar a
su familia –una mujer y dos niños menores de cinco años- antes de que estos
murieran ahogados.
Finalmente, y aproximadamente una hora después de que el
S-13 disparara sus mortales torpedos contra el navío nazi, el Gustloff se fue
al fondo del Báltico junto con 9.400 personas y dejando unos 1.000 escasos
supervivientes. Los números hacen que, aún hoy, el desastre de este buque sea
el mayor de la historia naval.
EL BLOG OPINA
Una tragedia naval sin precedentes hasta la actualidad, que enlutara al régimen más pérfido que haya existido, capaz de utilizar en su beneficio los ardides más perversos e inhumanos, al igual con propios y extraños. Una historia impresionante en que hombres, mujeres y niños inocentes perdieran la vida de una manera por demás terrible y atormentada, que aún logra conmover hasta el ser más indiferente.