Aquellos que visitan Concordia, una
apacible ciudad situada al margen del río Uruguay, en la provincia argentina de
Entre Ríos, no deben dejar de visitar las ruinas del Castillo San Carlos. Están
ubicadas dentro de un predio de casi 100 hectáreas, de un
paisaje encantador, conocido como «Parque San Carlos o Parque Rivadavia», una reserva natural
ubicada sobre una alta y ondulada meseta donde se cobijan especies zoológicas y
botánicas del lugar y también algunas importadas. Desde allí se domina
ampliamente el río, donde se destaca el embalse de Salto Grande. En lugar de
una inmejorable ubicación tanto paisajística, como por su fácil acceso y
cercanía con la ciudad, comenzó hacia 1867, su reconocimiento. Luego de
diversos propietarios que constan en documentos catastrales, en el solar se
construye una vasta casa con mirador hacia el río, de donde es posible observar
la costa uruguaya y con ese fin su titular hizo la construcción.
Todavía hoy se conservan vestigios de aquella
finca. Posteriormente al fallecer su
propietario, sus herederos venden y se construye un saladero, del que aún
existen ruinas y que funcionara por poco tiempo, hasta que una firma francesa
se interesa en instalar en el lugar una fabrica de conservas. A ello es enviado
Edouard De Marchy, quien lejos de su propósito, complacido con el espacio, lo adquiere para construir
su propia residencia.
El Castillo de
San Carlos
En un extremo de ese reservorio donde la vista se deleita con una visión
panorámica hacia cualquier lugar donde se mire, se encuentran las ruinas del «Castillo
de San Carlos», comenzó su construcción en 1885 y habitado en 1888 (al estilo Luis XV) por el conde francés Edouard de
Machy, enamorado del paisaje, el cual es en realidad de una particular belleza,
(que tuve la oportunidad de disfrutar en mis años jóvenes) quien importara
desde Europa casi todos los materiales para su construcción, con la excepción
de la piedra lavada un excelente aditamento
que fuera extraída de la costa del río y se usara como revestimiento
exterior del edificio. La estructura de hierro fue traída desde el Reino Unido,
los pisos eran de “roble eslabonia” y los revestimientos interiores y escaleras
de mármol de Carrara. Los cristales decorativos de Bohemia, el mobiliario
realizado en Italia, Francia Alemania, los cortinados y tapices de Francia y
las obras de arte de reconocidos maestros europeos. El alumbrado de las
dependencias interiores se realizaba con gas distribuido por tuberías, lo más
adelantado para la época.
El matrimonio
De Machy abandona el castillo
De Machy y su esposa solo vivieron tres años en el lugar,
partiendo a Francia en 1891, sin dar mayores explicaciones y llevándose
solamente la vestimenta y algunos artículos personales, quizás con la intención
de regresar.
La mansión siguió siendo propiedad de los De Marchy, años
después alquilada, en la que vivieron varias familias, hasta que fue adquirida
por la Sociedad Rural
de Concordia, quien la ocupara por un
tiempo.
Los Fuchs
Balon, sus nuevos inquilinos
Ya en 1929 fue adquirida por la Municipalidad de
Concordia, quien la alquiló a la familia Fuchs Balón, quienes fueron sus
últimos ocupantes y fueron quienes dieron inicio a la reserva natural que aún
se conserva en el lugar. Ellos fueron los que se encargaron de iniciar la cría
en un ambiente adaptado a mangostas, monos, serpientes, zorros, iguanas y otros
animales exóticos. De igual forma se ocuparon de la fauna autóctona y de
adecuar y expandir la zona boscosa para la protección de las especies.
Antoine de
Saint Exupery aterriza en un prado próximo al Castillo.
De ellos surge otra historia que será la más recordada, la
que más nos interesa y que recubre de un especial romanticismo por el personaje
que comparte e interviene en ella.
Fueron los Fuchs Balon quienes coincidieron casualmente con el escritor francés Antoine de
Saint-Exupéry. Dice la historia que un día las hijas del matrimonio,
quienes eran dos y cabalgando por los prados de la propiedad, contemplaron
sorprendidas aterrizar una avioneta.
El piloto que conducía la nave, era nada menos que Antoine de Saint-Exupéry, que en aquellos
momentos se ocupaba de organizar una compañía de correo aéreo en la Argentina. Quizás
lo sucedido fue producido por una
“panne” (percance aéreo) similar al que nos contara años más tarde en “El
Principito”, su libro más célebre y recordado o porque le impresionó la belleza
del lugar y decidió tocar tierra. Lo cierto es que a raíz de aquella
experiencia y en honor y reconocimiento a las jóvenes que le recibieron en ese
campo de aterrizaje improvisado, publica una nota alusiva en Paris, que titula
“Las princesitas argentinas” y a posteriori también hace referencia de este
hecho en su libro “Tierra de Hombres”, en el cual anota: «Había aterrizado en
un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas, fue en un campo cerca
de Concordia en la Argentina».
Saint Exupery regresaría en otras oportunidades al lugar.
La destrucción
del Castillo de San Carlos
Por razones que desconocemos, la casona fue desocupada y los Fuchs Balón fueron a vivir a una estancia. Es
entonces, que el legendario castillo de San Carlos fue de inmediato saqueado,
--infame culto a la ignorancia de los pueblos que aún no aprendieron del
respeto hacia las personas y las cosas y que tampoco sus gobernantes se
ocuparon de educarlos-- en ello se perdió todo lo que allí se atesoraba ante la
indolencia y la complicidad de la autoridad. Lo que no se pudieron llevar lo incendiaron y
todo terminó destruido con un voraz incendio provocado, ocurrido el 25 de
septiembre de 1938.
Epílogo
Visitamos el lugar en 1968, hasta buena parte de las ruinas
se habían llevado de aquello tan magnífico y digno de conservarse con el mayor orgullo y estima. En Europa aún
se atesoran y preservan con el mayor celo y trascendental empeño edificaciones
y objetos del pasado Aún pudimos ver una
placa que fuera colocada recientemente (en aquellos años) que hacía mención de
la visita de Saint Exupery.
La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos,
sino el hecho de negarse a adquirirlos y los encargados de educar, tolerarlo.
Agradecimientos
Fuentes y gráficas: wikipedia lecturasyescrituras.com taringa turimoentrerios.com
P.D.
El aviador francés vivió en Argentina casi dos años; aquí conoció a su esposa, Consuelo Soucín, y abrió nuevas rutas para la Aéropostale de su país. En cierta ocasión, debió aterrizar de emergencia en Concordia, norte entrerriano, e inmortalizó escenas del lugar en el capítulo 5, “Oasis”, de “Tierra de hombres”. La casa donde se alojó cerca del río Uruguay, llamada Palacio San Carlos, acaba de ser puesta en valor por el gobierno nacional. Y precisamente allí fue Rosa Maxit el domingo 27, luego de votar. Concordia no está lejos de San José. Visitó el Palacio San Carlos y recordó otra vez el secreto que el zorro le confió al principito: “es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos... . El tiempo que dedicaste a tu rosa hace que ella sea tan importante para ti. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa”.
Fuente: Verónica Toller Revista Ñ 04.11.13 (San-Jose-tributa-El-Principito)