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Juan Yáñez Publicado el 05.08.2012
El tiempo, es una magnitud física que se ocupa
de la duración de las cosas, que
establece la secuencia de los sucesos y quien instituye el pasado, el presente y el futuro.
Es el supremo catalizador; nada escapa a su influencia y al poder de su
metamorfosis. El tiempo es capaz de desgastar
la piedra más dura y es hábil para
trasformar aquello que física o químicamente lo requiera para sus debidos procesos.
Sin embargo como todo lo creado es finito y mucho más finito aún es el límite
que el tiempo dispone para dar la oportunidad de probar a aquellos que presumen
de ser sus personas o lo que ellas ofrecen, una panacea
política, −en definitiva− muestren
las pruebas de que realmente lo son. En
este mismo contexto, atinado será decir
que a algo o a alguien SE LE AGOTÓ EL TIEMPO al no
lograr concretar apropiadamente por lo menos una porción aceptable de las ventajas
ofrecidas. Para ilustrar y de paso ir directo al meollo de la cuestión, nos
cabe preguntarnos: Si
acaso, catorce largos años de iniquidades, corrupciones y arbitrariedades y
cuanto desafuero organizó el gobernante actual, no fueron suficientes pruebas de las ineptitudes
que ese mismo mandatario mostrara con ideas más que estrambóticas, cual
será la medida para aceptar como correcta semejante componenda presidencial.
A todo ello, imposible será tomar por cuerdo a
alguien que aún no acepte como cierto y evidente el desbarajuste en que se haya
sumergida la nación en todos sus niveles. Reiteramos, señor presidente,
difinitivamente: SE LE AGOTÓ EL TIEMPO. Sin embargo aún se cree invencible,
dispone a su arbitrio de los bienes públicos, de la infraestructura del estado para su campaña, hace uso y abuso de los
recursos humanos nacionales y estadales, injuria a más no poder al candidato
opositor y si ello no fuera suficiente violación a los preceptos
constitucionales, tergiversa y oculta, que tras 14 años de desgobierno ha dejado en la carraplana a un país que gozaba de una
situación política, social y económica envidiable; con el agravante de haber
despilfarrado, en ejercicio de su cargo, ingresos extraordinarios de una
magnitud apabullante, nunca antes vista.
Propios y extraños ven llegar el fin de un
camino que se agotó irremisiblemente. Día tras día se van apagando las luces de
aquel gobernante que se creyó mesias y no paso de aventurero, que medrara a
fuerza de promesas, que más que promesas fueron ardides en desprecio de su
propio pueblo y aún funge de “Tío Rico” a tantos gobernantes del orbe sin mayores honras que
mostrar y que no tienen el menor recato
en adularlo servil e indignamente para echar mano al dinero, del que bien saben
proviene del tesoro nacional y es de ilícita disposición, que un manirroto jefe de
estado, les ofrece con la intención de le exalten su desmesurado ego. En la
historia reciente pocos fueron los investidos de mando que han mostrado un
mínimo de decoro y dignidad. La mayoría de ellos se encuentran en la región y
presumen de estadistas por no tener otra valiosa cosa que mostrar, salvo la codicia que ocultan tras la sonrisa
de cuidadas dentaduras.
También lo anecdótico tiene cabida en este
sainete populachero. Hasta los flemáticos ingleses no escapan a una inmoralidad
más que supina.
Amigos y
consecuentes lectores, una muestra irrefutable de esta descarada puñetería, la dio un “ilustre” alcalde
londinense, elegido por los ciudadanos de la propia capital del Reino Unido, orgullosa
nación de grandes hombres que la historia acredita, que forma parte del primer mundo; insignes cultores
de la aristocrática más “rancia” y
distinguida, no tuvieron el menor reparo en aceptar complacidos las dádivas petroleras
que el héroe del Museo Militar les enviaba
para abaratar el transporte público a los “bien cuidados” ancianos
ingleses, mientras que en nuestro país, muchos viejos apenas sobreviven con
limosnas y deben caminar al no poder pagar su pasaje y así evitar el maltrato y desprecio de
choferes y colectores.
Todo lo que sube infaliblemente
bajará, caerá por su propio peso y su caída dependerá del impulso con que ha
sido arrojado. Del mismo modo el tiempo se está agotando y pronto algún paisita
de a pié, paseando frente a Miraflores, dirá al pasar ante a la reja: SE LE
AGOTÓ EL TIEMPO, CAMARITA…
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gráfica: impactonna.com |