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EL ANGEL CAÍDO
Juan Yáñez Agosto 26. 2012
Nos
acabamos de enterar por una nota publicada justamente hoy en La Nación de
Buenos Aires, y con ella nos servimos de fuente, para traer a la columna a Ingrid Betancourt, quien todavía está en el tapete y no ha sido
olvidada totalmente por la opinión pública internacional. La ex senadora y rehén de las FARC, que durante más de seis años soportó el
cautiverio, que a pesar de la incuestionable mortificación y secuelas que ello
supone, superara, física y mentalmente, (por lo menos en apariencia) sin mayores inconvenientes, luego de ser
liberada. Ya en el momento de descender de helicóptero que la transportara desde
su calvario en la selva, se la veía como si hubiere regresado de una aventura
turística. Lucía sonriente, elegante con
un uniforme militar a la medida, rozagante y mostrando una salud a todas luces envidiable. De ello hace ya cuatro años. Luego sucedió el
imponente traspié político que sorprendió a todos, cuando reclamara al estado
colombiano una indemnización por una cantidad millonaria, por supuestas
responsabilidades en el incidente, en que culpaba por negligencia a las fuerzas
armadas de su país. Hoy, Ingrid
Betancourt vive en el Reino Unido, estudia teología y griego antiguo en Oxford
y goza de de una salud al parecer estable, Seguramente el largo cautiverio dejó
huellas en su psiquis y ello tuvo sus efectos, pero lo que más le preocupa y lo siente en lo
profundo de su corazón, es el aborrecimiento de sus connacionales que le
perdieron el cariño, luego de la indecorosa exigencia pecuniaria que habrían de
pagar los contribuyente colombianos; ni más ni menos, sus propios paisanos y
admiradores. Por supuesto “todo se derrumbó”, como bien dice una canción; sin
embargo no le ha ido mal en lo económico. Logró recaudar millones por
publicaciones y otras actividades afines y está en proyecto una película. Aún
no ha regresado a Colombia, se la suele ver por las principales ciudades
europeas, donde aún es reconocida y homenajeada en contraposición al desprecio
y olvido en su patria sudamericana. Por supuesto tiene muy en alto el orgullo por
su otra nacionalidad, la francesa.
Nación que la glorificara con la Legión de Honor. Distinciones no le han
faltado, fue agraciada con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, en
España y recibiera los santos óleos de la santidad por el papa Benedicto XVI,
además de otras importantes deferencias.
Nada de ello ha valido para su máxime ambición, llegar a la primera
magistratura de Colombia. Sus anhelos
fueron siempre enfocados hacia el
plano político, y para ello son
necesarios los votos de los electores
de la tierra que le vio nacer. Por ahora todo ello luce distante y quizás
inalcanzable. Mientras tanto reflexiona sobre los avatares de la vida que le
tocara vivir. Afortunadamente dispone de dinero y de posibilidades de
incrementarlo haciendo buenos negocios relacionados con su aventurada odisea.
Ya el tiempo dirá como sigue la historia…