El fútbol es solo un juego, pero tiene en sus entrañas mucho de belicismo o agresividad; una manera de establecer poderío y sometimiento hacia los rivales. Es el circo de los romanos e indudablemente un espectáculo de primer orden. Ello es fácilmente demostrado en la celebración de este mundial de fútbol, por el precio de las entradas y más aún por los escandalosos precios de la reventa de las mismas. Por supuesto que los políticos de todas partes, saben la importancia de este deporte-espectáculo y tratan de aprovechar para sus artimañas y simulaciones, los beneficios del mismo para llevar agua para su molino…. y para allá vamos.
La Providencia también sabe jugar al fútbol...
Juan Yáñez
El fútbol es solo un juego, pero tiene en sus entrañas mucho de belicismo o agresividad; una manera de establecer poderío y sometimiento hacia los rivales. Es el circo de los romanos e indudablemente un espectáculo de primer orden. Ello es fácilmente demostrado en la celebración de este mundial de fútbol, por el precio de las entradas y más aún por los escandalosos precios de la reventa de las mismas. Por supuesto que los políticos de todas partes, saben la importancia de este deporte-espectáculo y tratan de aprovechar para sus artimañas y simulaciones, los beneficios del mismo para llevar agua para su molino…. y para allá vamos.
Fútbol, deporte de mayorías y en Brasil,
más que en cualquier otra parte del mundo. En esta práctica todo lo que se haga
viene al caso; no solo juegan los integrantes de cada equipo con un balón que
es redondo y tratan de embocarlo en el arco contrario, sino que diversos
elementos intervienen en el juego. El arco con sus dos palos y un travesaño,
también juega, la terna arbitral, el público, la grama, las líneas pintadas con
cal, el clima y un sinfín de cosas más, tantas que hasta la suerte no puede
dejarse de lado y como lo señalamos anteriormente, debe incluirse hasta la
política. La Copa
del Mundo significaba para los gobernantes brasileños de turno, un as
oculto en la manga. Detrás de esa ostentación y despilfarro de recursos se
escondía la reelección de Dilma Rousseff, otro de los males que se han puesto
de moda, especialmente en la mediocridad política latinoamericana, pero el tiro
les salió por la culata.
Ahora habrá mucho que explicar, la gloria del título
se esfumó con la escandalosa derrota propinada por los alemanes, -siete a
uno es inconcebible - se tratará de echar tierra sobre todo este descalabro
deportivo, social, político, administrativo, económico, engendrado con una gran
dosis de soberbia.
El Partido de los Trabajadores, que ganara las
elecciones y pusiera a Lula como el renovador de las políticas sociales en el
Brasil y que continuara la
Rousseff , se agotó por la mala administración, incapacidad y
los inocultables sucesos de corrupción.
La mandataria no logró
soluciones satisfactorias para los graves problemas sociales de la nación. Los
disturbios y protestas forman ya parte del escenario de disconformidad que se
ha extendido en las principales ciudades de Brasil.
Se protesta por todo lo
anterior y se incluyen los altos costos que demandara la realización de la Copa. La impopularidad
demostrada principalmente por jóvenes se lo hizo saber. Faltaba solo la guinda para la torta De golpe y
porrazo el fútbol finiquitó algo que no estaba en los planes de la Providencia y echara
todo para el mismo demonio.
A todo
ello se no ocurre pensar que es preciso aquel viejo refrán que dice: “El hombre
propone y Dios dispone” Es evidente que todo obedece a una suprema voluntad y
es nimiedad lo que los hombres procuran.
Pareciera
que la inexorable Providencia también sabe jugar al fútbol...