LAS MENTIRAS DEL ALBA NO LAS CREEN EN LA OEA
Juan Yáñez
El ALBA, contrapartida del ALCA, ambas
organizaciones internacionales dedicadas al comercio entre los países de América, a quien Chávez mandara, a ésta
última, sin el menor empacho, “ALCARAJO", en un discurso que pronunciara en Mar
del Plata, Argentina, en noviembre de 2005, en ocasión de los preparativos para la IV Cumbre de las
Américas, sigue dando que hablar, aunque ahora con el desprestigio a cuestas. Lo cierto es, amigos lectores que el
ALBA con Venezuela a la cabeza y seguidos muy de cerca por Nicaragua, Bolivia y
Ecuador, a los que les gusta (a todos sin excepción) comerse la flecha o andar
a contramano en vías, aunque estén muy concurridas, pretenden imponer al resto del mundo las limitaciones a
la libertad que ellos practican desde
hace tiempo, en desmedro de sus propios ciudadanos e instituciones. Están tan desubicados que es válida la chocarrera
comparación: “como cucaracha en baile de gallinas”.
Imposible en estos tiempos continuar con un
discurso personalista y ruin en que las críticas y opiniones de los librepensadores
son ignoradas, objetadas y tergiversadas, para continuar con la necedad de limitar la
democracia restringiendo los derechos
humanos y encima pretender que la mayoría de los países de la
OEA los apoyen. La
pasada semana este organismo sometió a consulta las modificaciones que propuso el
ALBA en su asamblea general. No fue
ninguna sorpresa que los representantes de los cuatro países nombrados salieran
con las tablas por la cabeza. Una deshonrosa derrota que los hizo sentirse más
solos que un hongo en una inmensa pradera en que ni la aliada Argentina, ni el
amigable Brasil y el resto de los países de
la OEA , algunos supuestamente vinculados, compartieran la moción más rufianesca de estos
tiempos, disfrazada con la infantil mentira de querer "modificar y fortalecer" el sistema interamericano.
En pocas palabras, se les cayó el andamio que
sustentaba una mentira del tamaño del Everest, con el querían limitar poderes a
los organismos internacionales, que estatutariamente velan por los derechos humanos y de ese modo imponer
los criterios de los gobiernos de inclinación autocrática que lidera Venezuela.
Es evidente que mentir requiera cada vez mayor esfuerzo, porque países otrora
complacientes por inconfesables intereses, ahora comprenden la importancia del decoro,
la honorabilidad y se solidarizan con aquel preciso refrán que dice: “Dime con
quién andas y te diré quién eres”