Publicado en el Diario La Antena de San Juan de los Morros, Venezuela el 10 de julio de 2011
Roma lo inventó todo, queridos amigos y consecuentes lectores. Ese extraordinario imperio que sobrevivió durante un milenio se ocupó de todo aquello que hace a la civilización un medio imprescindible para la vida. Roma marcó pautas que nada ni nadie, hasta el presente se lograran superar o al menos igualar. Roma fue cultura, florecimiento, inteligencia, instrucción, desarrollo, progreso. También fue rusticidad, crueldad, despotismo, violencia, traición, inmoralidad. Todo lo hizo con la preeminencia más absoluta, con una supremacía y una superioridad que aún envidiarían muchas naciones que se ensalzan de su desarrollo y poderío. Sus gobernantes, sus jefes militares, sus filósofos, escritores, poetas, artistas, juristas, etc., fueron figuras prominentes y punteros de la civilización que aún gravitan en la cultura universal. No fueron dioses, eran concientes de sus limitaciones, lograron ser grandes sin ostentaciones; habían aprendido a fuerza de sus errores y empleando una gran dosis de constancia.
Hechos para la conquista no aceptaban la menor vacilación que impidiera llevarla a cabo. Entre muchas otras cosas, no ignoraban que la diplomacia es primordial para someter y si ella no funciona, la audacia, el arrojo y la determinación son virtudes imprescindibles para consolidar las grandes ambiciones. Sabían de política, porque eso era el eje de su acometida; aprendieron que subestimarla o ignorarla siempre traía nefastas consecuencias y se ocupaban de ella con dedicación, pasión y entusiasmo. La célebre locución latina, Panem et circenses, que se interpreta como: Pan y circo, proviene de su cultura. Es altamente peyorativa, es decir que guarda cierta burla que pone al descubierto los ardides de los gobiernos para mantener tranquilo y en orden al pueblo, y así ocultar o distraerlo de hechos inconvenientes que van en su detrimento o mengua. Sintetizando significa: Proveer a las masas de alimento, acompañado de entretenimiento. Vieja práctica que aún palia las carencias e incapacidad de muchos gobiernos, generalmente con poca imaginación y menos virtud que tutelan pueblos débiles y poco ambiciosos. La frase salió a la luz en el primer siglo de nuestra era y fue Juvenal, un poeta romano su creador. Satirizaba la corriente práctica de los emperadores romanos de regalar pan o trigo y a la vez entradas para los espectáculos circenses a los que eran exageradamente afectos todos, sin diferencias de clases. Con ello mantenían al pueblo ocupado en la distracción y a la vez alimentado, aunque modestamente, pero sin que les sea necesario hacer el menor esfuerzo o trabajo para conseguirlo; por supuesto, -a pesar de su precariedad- quedaban suficientemente conformados y dichosos. Nada nuevo bajo el sol que nos alumbra en estos tiempos y muy semejante a lo que en esta tierra de gracia, desde la democracia y hasta nuestros días se conoce como: Bozal de arepa.
Los seres humanos somos criaturas destinadas a la excelsitud; de ella provenimos y ese es nuestro destino; pero en la búsqueda de lo sublime, transitamos por caminos indignos e ímprobos, hasta que luego de dolorosas experiencias logremos comprender y consignar, que digna es la constancia, el trabajo, el esfuerzo, la templanza, la integridad y la ética. Volviendo nuevamente al pan y circo, queridos amigos, diremos que los pueblos de la vieja Europa, aun conservan la expresión con un ligero cambio pero con la misma connotación. Los españoles la expresan diciendo, pan y toros, los italianos, pan y fútbol e imaginamos que a los ingleses les cabría perfectamente, pan y bar. En cuanto a la expresión que nos identificaría como venezolanos, la dejamos a la imaginación del lector. Leemos en Wikipedia: “Julio César mandaba distribuir el trigo gratuitamente o venderlo muy barato, a los más pobres unos 200.000 beneficiarios, (una enorme cantidad para aquella época). Tres siglos más tarde Aureliano, continuaría la costumbre repartiendo a 300.000 personas dos panes gratuitos por día”.
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Juvenal |
El mismo Juvenal se expresa en su obra Satire, de esta manera: “…Hace ya mucho tiempo, cuando no vendíamos nuestro voto a ningún hombre, hemos abandonado nuestros deberes; la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina civil, legiones- todo, ahora se limita a sí misma y ansiosamente espera por sólo dos cosas: pan y circo”. Evidentemente es el alimento la sustentación primaria de los pueblos, pero ella no alcanza cuando el ocio lo envilece. Roma vivía de los bienes que producían sus vasallos conquistados y explotados que distribuidos por todo el imperio aportaban al orbe sus productos. Los principales cargos públicos eran ocupados por una élite gobernante por sobre todo decorativa y ostentosa, los demás ciudadanos libres poco hacían, la mitad de ellos no trabajaba y la otra, lo hacía a regañadientes solo media jornada. Los males que el ocio conllevaba era necesario neutralizarlos con pasatiempos principalmente rimbombantes y arriesgados. Abundaban las carreras de carros de guerra, las luchas a muerte entre hombres, entre hombres y fieras, en los que participaban como espectadores desde el último plebeyo, hasta el emperador.
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Coliseo Romano en la actualidad |
El Coliseo Romano, el Circo Máximo y otra infinidad de edificaciones destinadas al espectáculo satisfacían aquel ocio desmesurado y degradante. Es entonces, amigos lectores, que definitivamente el populismo es de vieja data. De una forma o de otra, existe constancia de su aplicación luego de la caída de Roma y de ello hace ya más de quince siglos. Siempre hubo tiranuelos -y seguramente jamás acabarán- que emplearon ese viejo ardid romano para aferrarse al poder y su popularidad se asentó en un populismo sustentado por promesas a sus seguidores y a la vez por amenazas a sus opositores. Pan y circo es una de sus principales consignas y la clave de su subsistencia. Pasen un feliz domingo, amables amigos
Material gráfico: flakk82.blogspot.com conosinpalabras.blogspot.com viajesdeeuropa.com imagina65.blogspot.com France Press